POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 118

Carta de América: Confusión en Washington

Jaime Ojeda
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En un régimen parlamentario, el gobierno paga sus errores y pecados en su constante fricción con la oposición y sus propios partidarios, llegando hasta la dimisión o las elecciones adelantadas. La división de poderes de la Constitución americana, por el contrario, permite el empecinamiento del ejecutivo hasta el agotamiento de su mandato presidencial sin más cortapisas que el lento contrapeso del poder judicial y, en extremo, la impugnación legislativa.

Esto es lo que le está sucediendo al gobierno neoconservador de George W. Bush: continúa adelante impertérrito, sacando el pecho y regalándonos con sus chanzas chulescas y su garboso estilo, convencido de que, al igual que el presidente Truman, la historia justificará con creces los aciertos de su patriotismo en defensa del país, pese a sus bajas cotas de popularidad, una repulsa generalizada de la intervención militar en Irak, los abusos del FBI y la Agencia Nacional de Seguridad, los escándalos de los “interrogatorios severos” en las cárceles de Guantánamo, Irak y Afganistán, el creciente fracaso de las comisiones militares para juzgar a su discreción a los “combatientes enemigos”, la politización de los fiscales y del departamento de Justicia tras las ofuscaciones cómicas del procurador general, y, en general, el descrédito de su “guerra global contra el terrorismo” como pretexto para los poderes omnímodos que pretende ejercer.

En esta etapa de “pato cojo”, es decir, cuando le quedan al presidente 18 meses hasta las elecciones de noviembre de 2008, reina el mayor desconcierto, perdida su autoridad moral sobre el país y limitada su influencia sobre el legislativo por una mayoría demócrata, ligera pero efectiva, y una minoría republicana cada vez más amilanada. Pero a diferencia de la época de Truman, aunque la nación comprende que nos hallamos en una creciente confusión, nadie sabe a ciencia cierta cómo salir del impasse….

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