Ante el súbito oscurecimiento del panorama europeo hemos optado por dedicar este número a los problemas surgidos en torno al tratado de Maastricht. Problemas nuevos y heredados: a diferencia de lo que sucede con la vulcanología, nada ocurre de pronto en la política. Para ello, hemos tenido que romper el diseño habitual de la revista. Publicamos en la primera parte de este número un breve diccionario del Tratado. Nos parecía del todo necesario en este momento. Muchos políticos, financieros y hombres de empresa españoles oyen hablar –y hablan, ay– de convergencia, cooperación, moneda única sin conocer el significado preciso que estas voces tienen en el marco jurídico y económico de la CE. Por no recordar indigestos acrónimos como PESC, FEOGA o COREPER de los que ya depende nuestra vida cotidiana.

El apretadísimo “sí” en el referéndum francés relanza el proceso europeo de ratificación-rectificación de Maastricht. Los resultados de Dinamarca y Francia –y las encuestas alemanas, británicas– confirman la necesidad de adaptar la letra del Tratado a las nuevas realidades, surgidas con fuerza desde la firma de febrero hasta la ratificación francesa de septiembre. En el curso de esos ocho meses se ha hecho patente el recelo de amplios sectores ante un Tratado difícil de entender, mal conocido y mal explicado.

La apertura de una etapa de unión más estrecha entre las naciones europeas no puede intentarse sin el suficiente respaldo popular. El rechazo de amplios sectores de opinión contra el establishment ejemplo, la Francia pobre y el voto de la izquierda el 20 de septiembre contra Mitterrand es una llamada más a la reflexión. Las encuestas dicen claramente que el europeo medio se siente mal informado por sus gobiernos y desconfía de cualquier burocracia no sometida a control. La advertencia de Balfour cobra una notable actualidad: la democracia es el…