LA Unión Europea puede ofrecer proyectos en sus diversas fases de desarrollo –preparación, concurso, ejecución– por valor de cientos de millones de euros, pertenecientes a programas de cooperación establecidos con terceros países, como Tacis, Phare, MEDA… La potencia económica de la UE se manifiesta en estos y otros programas: su capacidad de movilizar recursos financieros para dichos fines es hoy la primera del mundo.
Según estimaciones solventes, los préstamos que conceden los bancos multilaterales de desarrollo (como el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo) ascienden a 50.000 millones de dólares al año. Con ellos se financian proyectos que podrían movilizar una suma adicional de otros 50.000 millones de dólares, procedentes de diversas fuentes de financiación. En total, pues, 100.000 millones de dólares para proyectos que se ponen en marcha anualmente con el impulso de los bancos multilaterales. Estos ejemplos ponen de relieve la importancia que ha alcanzado la actividad de los organismos económicos internacionales. Los principales países industrializados prestan creciente atención a estas oportunidades y colaboran con las empresas que quieren trabajar con dichos organismos.
España se ha caracterizado hasta ahora por una escasa participación de sus compañías en la contratación de proyectos financiados por instituciones multilaterales. Se dice por ello que obtiene una “baja tasa de retorno”. Es decir, que España, como los demás países, realiza unas contribuciones económicas a esas instituciones, de las que es miembro y una parte de aquéllas retorna en forma de contratos adjudicados a sus empresas. En nuestro caso, el volumen de estos contratos es pequeño, muy inferior al de sus contribuciones.
Las causas de esta situación son diversas. Hay pocas empresas españolas de consultoría (una parte sustancial de los proyectos que financian los organismos multilaterales son para asesoramiento, asistencia técnica, formación, reforma institucional) y, además, su tamaño es pequeño. Asimismo, entre…