Cincuenta números, 12 años de presencia desde el otoño de 1997, han coincidido con una época de formidables transformaciones en la economía internacional, también en la española, pero además y sobre todo han consolidado la fidelidad entre lectores y editores de ECONOMÍA EXTERIOR. Modestas fueron las ambiciones de partida centradas en cómo ensanchar el horizonte de unas empresas españolas que, sólo entonces, en la última década del pasado siglo, se aventuraban tímidamente a invertir fuera de nuestras fronteras. España de manera tradicional y continuada era un punto de acogida para los inversores internacionales. Comprábamos y vendíamos cada vez más en el resto del mundo a la vez que la integración en la Comunidad Económica Europea (CEE), demostraba que nuestras industrias y nuestros servicios se movían con soltura en el ámbito del mercado único. Aumentaban las cifras de importación y exportación, pero las empresas españolas no se decidían a abrazar el riesgo de la internacionalización.
En aquél primer número de 1997 esta revista intentaba descorrer la cortina del escenario internacional ofreciendo 19 fichas-país con datos básicos de mercados potenciales. Sonrojo merece ahora la iniciativa premiada de ingenuidad cuanto en la carrera internacional venían ya al galope: nuestras empresas financieras, de telecomunicaciones, hoteleras, constructoras, siderúrgicas, se instalaban en América Latina primero, en Europa y Estados Unidos, enseguida.
Modestas ingenuas ambiciones iniciales derivadas del vértigo de la nueva aventura. ¿Tenía cabida ECONOMÍA EXTERIOR en el mundo de las publicaciones económicas? ¿Existía acaso una demanda de fuste y continuada por alguna revista trimestral obsesionada por la internacionalización de la economía española? “Toda oferta crea su propia demanda”, reza el axioma de la economía clásica. ¿ Pero sería la publicación capaz de levantar un número suficiente de compradores que identificase la calidad de este nuevo producto? En esa respuesta ha radicado el estímulo de editores…