Capitalismo y carnaval
En 1989, Francis Fukuyama publicó en la revista neoconservadora The National Interest un ensayo –posteriormente convertido en libro– que le granjeó décadas de burlas. En el texto original, titulado “¿El fin de la historia?”, el politólogo estadounidense hacía una lectura de Hegel al calor del fin de la guerra fría para sugerir que ahora arrancaba un periodo histórico imperecedero, bajo el signo del capitalismo liberal. Las vicisitudes que ha atravesado este orden, encarnadas en las de la principal potencia que lo sostiene (atentados del 11 de septiembre, crisis de 2008, elección de Donald Trump) pusieron en duda esta visión. Hoy Fukuyama escribe sobre temas más lúgubres –como la decadencia de Estados Unidos– o menos liberales –por ejemplo, las virtudes de la planificación industrial–.
Una persona que sí se tomó sus advertencias en serio fue Jean Baudrillard (1929-2007). La diferencia es que, para este pensador francés, el hallazgo no era una buena nueva. “Nos encontramos en un mundo virtualmente banalizado, neutralizado, donde, por una suerte de terror preventivo, ya nada puede tener lugar. De forma que, aquí dentro, todo lo que abre una brecha produce acontecimiento”, señaló en una conferencia pronunciada en noviembre de 2005 en el Círculo de Bellas Artes. 15 años después de su publicación original, el CBA reedita esta ponencia (titulada “El juego del antagonismo mundial o la agonía del poder”) junto a otra conferencia (“Violencia de la imagen. Violencia contra la imagen”), pronunciada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid, también en noviembre de 2005. La edición actual incluye un prólogo de Cristina Santamarina, especialmente útil para ubicarse en la obra y trayectoria de Baudrillard, así como la vigencia de sus reflexiones.
A simple vista, algunas de ellas parecen pasadas de moda. El discurso dedica un espacio considerable a la centralidad del terrorismo como fenómeno que abre brechas. Un problema que obsesionaba a Occidente hasta hace algunos años, cuando súbitamente caímos en la cuenta de que no es, ni de lejos, la cuestión existencial de nuestros días. Las reflexiones sombrías sobre la elección de Arnold Schwarzenegger como gobernador de California bordean lo entrañable, en un mundo que ha presenciado la llegada al poder de Trump, Rodrigo Duterte y Jair Bolsonaro. Y la conceptualización del “bienestar” como un elemento problemático, en tanto que clave para que Occidente diese el paso de la dominación capitalista a una hegemonía que nadie cuestiona, no ha sobrevivido a la crisis financiera de 2008.
Eppur si muove. Al señalar una hegemonía que ha rellenado todos nuestros resquicios mentales (“El golpe de gracia del capital ha sido la subordinación de la realidad al orden económico, de suerte que ya nada puede pensarse en otros términos”), Baudrillard está anticipando el “realismo capitalista” que describió el pensador británico Mark Fisher, recientemente traducido al español. Aunque reírse del “fin de la historia” se haya convertido en un pasatiempo de rigor para periodistas y científicos sociales, lo cierto es que en Occidente es difícil encontrar propuestas políticas que cuestionen el capitalismo liberal. La izquierda radical propone limar las aristas del capitalismo y la derecha radical anular unos cuantos principios liberales, pero ninguna de las dos es capaz de concebir un modelo de sociedad plenamente diferente al actual. A lo mejor Fukuyama no andaba tan desencaminado.
También merece una mención la reflexión de Baudrillard sobre la “carnavalización” en la sociedad contemporánea. Un evento como el carnaval, originalmente ligada al exceso y desenfreno puntuales que anteceden a la cuaresma, ha pasado a definir nuestra cotidianeidad. Es una crítica que encuentra su eco en la que realiza la escritora Ana Iris Simón en su reciente ensayo autobiográfico: si todo el mundo se convierte en una feria, la propia feria deja de tener sentido. No sorprende, por lo tanto, que el pensamiento de Baudrillard esté despertando interés: en 2019, la madrileña Enclave de libros publicó de forma póstuma ¿Por qué no he desaparecido aún?
“La extensa obra de Baudrillard –explica la solapa del libro– está dedicada a indagar en los efectos ontológicos de la hipertrofia de la comunicación como fenómeno característico del mundo contemporáneo, esto es, en la semiosis ilimitada que ha propiciado no tanto la ocultación de la realidad como su destrucción”. Estamos, como la frase sugiere, ante una lectura que exige atención. Pero el esfuerzo rinde frutos. Como el magistral e imprescindible Nueva ilustración radical, de Marina Garcés, estamos ante un texto filosófico breve pero útil para navegar el presente.