En 2016, las crisis humanitarias en Oriente Próximo y África se transformaron, tanto en Europa como en América, en crisis morales. El conflicto en Siria y el fenómeno migratorio en la Unión Europea han socavado la protección de los civiles no solo en las zonas de conflicto sino también, paradójicamente, en los lugares donde buscan refugio. Desde el punto de vista humanitario, el que, a pesar de las políticas de externalización europeas, año tras año aumente el número de personas que huyen de sus países de origen revela un estrepitoso fracaso en materia de protección. El otro doloroso descalabro lo simboliza la guerra en Siria: el de la incapacidad de proteger a los civiles atrapados dentro de una zona en conflicto.
La convergencia de ambas crisis está consumiendo las bases del sistema de ayuda humanitaria internacional, es decir, los dos principios fundamentales acordados después de la Segunda Guerra mundial y que rigen la labor humanitaria y la protección: el Derecho Internacional Humanitario en las zonas de conflicto y el Derecho de Asilo en los lugares de llegada. Ambos están siendo profundamente erosionados. Entre los responsables de este hundimiento moral de consecuencias letales están los arquitectos originales de estas normas, incluidos los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Siria, un fracaso colectivo
Es indudable y está bien documentado que en Siria el Derecho Internacional Humanitario (DIH) ha sido y es burlado a diario por las distintas facciones y grupos beligerantes. Los ataques contra la misión médica, contra civiles inocentes y contra los trabajadores de rescate son la norma. Solo en 2016, se han documentado al menos 92 ataques a centros de salud y hospitales.
Médicos Sin Fronteras (MSF) trabaja en varias zonas del país desde hace años y es testigo de ello. En aquellas áreas donde…