Los taiwaneses buscan la mejor forma de beneficiarse del desarrollo de China. Las soflamas independentistas han dado paso a un discurso favorable al entendimiento con Pekín. El nuevo presidente de Taiwan, Ma Ying-jeou, trabaja ya en acuerdos prácticos para las dos orillas.
El estrecho de Taiwan es uno de los puntos más delicados para la seguridad internacional. El conflicto entre Pekín y Taipei es el único escenario que actualmente podría detonar una guerra entre China y Estados Unidos. Mientras Pekín ha reiterado su determinación a emplear la fuerza para evitar la separación permanente de Taiwan, Washington se compromete a socorrer a su aliado democrático en caso de ataque. Ello no implica que el conflicto sea inevitable. Las partes involucradas son conscientes del altísimo coste humano y material que supondría, por lo que tienen grandes incentivos para evitarlo.
A pesar de la creciente interacción económica entre las dos orillas del Estrecho, los últimos ocho años han sido tensos. Por un lado, China ha aumentado la magnitud de su amenaza militar sobre la isla gracias al rápido proceso de modernización de sus fuerzas armadas. En la actualidad, el Segundo Cuerpo de Artillería del Ejército Popular de Liberación tiene desplegados unos 1.000 misiles de corto alcance, DF-11 y DF-15, apuntando a Taiwan. Por otro, hasta las elecciones del 22 de marzo, Taiwan ha estado gobernado por Chen Shuibian, del Partido Democrático Progresista (PDP), con tendencias independentistas. Chen hizo de la confrontación con Pekín una de sus bazas electorales. A esto hay que añadir el apoyo casi incondicional de George W. Bush a Taipei y el hecho de que EE UU y Japón expresasen, por primera vez de forma pública, su compromiso conjunto de garantizar la seguridad en el Estrecho.
En esta coyuntura de crispación, la aplastante victoria del Kuomintang (KMT) en los comicios…