Autor: Manuel Montobbio
Editorial: Icaria
Fecha: 2016
Páginas: 216
Lugar: Barcelona

Búnkeres en el alma

Irene García Benito
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“No quiero que entre ni una mosca en Albania”. El deseo de Enver Hoxha se convirtió en realidad en Albania a costa de un régimen comunista que rechazó relacionarse con el Imperio soviético y con China. En caso de que cualquier actor externo hubiera intentado sobrepasar las fronteras albanas, los más de 700 mil búnkeres que Hoxha ordenó construir durante los años 70 habrían protegido a su población.

Escribe precisamente sobre estos búnkeres Manuel Montobbio de Balanzó, actualmente Embajador de España en Andorra. Lo fue antes de Albania, entre 2006 y 2010. Ha escrito varios libros que enlazan con su faceta diplomática, entre ellos, Guía Poética de Albania es el preludio de Búnkeres donde, en palabras de Montobbio, el objetivo es “responder preguntas sobre el alma y el imaginario colectivo”.

Se combinan entre sus páginas la poesía – pues algunas preguntas solo encuentran respuesta en ella – y la prosa. Esta alternancia es, además, una representación de la complejidad que se vivió en el interior del país: huir del enemigo exterior para acabar creando un enemigo interior. Estudiar los búnkeres y su omnipresencia es estudiar la historia de Albania. Los búnkeres surgieron como algo militar pero rápidamente también nacieron búnkeres interiores en el alma de cada persona. El búnker es a la vez realidad, epopeya y metáfora.

La razón militar de esta bunkerización derivó en una sinrazón económica. El desarrollo económico se vio mermado por los esfuerzos – económicos, materiales y humanos – dedicados a la construcción de estos. El coste de uno de ellos era similar al precio de una vivienda de dos habitaciones. Cuando en 1991 el comunismo cayó en Albania, circulaban solo cuatrocientos coches en el país. Los búnkeres lo invadieron todo, hasta el interior de cada albanés. “Todos para uno / y uno para todos; / todos y todo / para los búnkeres / y un búnker / para cada uno”. Reza así el poema con el que Montobbio describe esta invasión.

Estos búnkeres pueblan todavía el alma de cada ciudadano en Albania. Es por ello, que la última pregunta que se plantea Montobbio es cómo se pueden deconstruir. El poema introductorio a este último capítulo lo deja claro: no es suficiente ser miembro de la OTAN o de la Unión Europea ni emplear al Ejército para esta desbunkerización. Se responde a la pregunta alejándose del búnker real y adentrándose en el búnker metafórico. El búnker se destruye desde dentro, cerrando los ojos, mirando con el corazón y con el alma.

Por las calles de Albania, los búnkeres reales – algunos los sitúan incluso en el millón – han sido imposibles de destruir, haciendo honor a su propia esencia. Muchos jóvenes intentan reformarlos, con el objetivo de dar una vida nueva a los últimos símbolos que quedan de un país que vivió con la premisa de que, más que todo para los búnkeres, era todo para Enver Hoxha.