Si Europa quiere ser más relevante en el orden internacional debe consolidar su relación con Asia. El modelo de cooperación de ASEM ha demostrado desde 1996 su eficacia a la hora de generar consensos entre europeos y asiáticos y entre los propios países de Asia.
El final de 2008 vio como se sucedían en poco tiempo dos citas multilaterales de alto nivel en torno al continente asiático. A finales de octubre se celebró en Pekín la Cumbre ASEM (Asia Europe Meeting) y pocos días después se celebraba en Lima la Cumbre de APEC (Asia Pacific Economic Cooperation). Con cierta perspectiva, y en momentos en que la coyuntura económica nos lleva a mirar obsesivamente hacia Oriente, conviene preguntarse por el sentido de estos foros. Ambas cumbres suelen tener tradicionalmente gran impacto mediático en el momento en que se celebran. Las imágenes de los jefes de Estado en Lima ataviados con ponchos, o algunas otras similares conocidas en el pasado, pueden llevar a pensar que se trata de eventos folclórico-conmemorativos, de escasa trascendencia política. Pero la realidad es bien distinta.
Los dos procesos, ASEM y APEC, reflejan el interés estratégico de Occidente en construir una relación estructurada con Asia. Y es evidente que si Asia ha consolidado su emergencia, los mecanismos de diálogo político que tanto Europa como Estados Unidos quieren diseñar no pueden quedarse en la categoría de encuentros anecdóticos. A un continente emergente le sigue una acción de política exterior emergente, como se ve en el renovado ímpetu de la práctica totalidad de las cancillerías occidentales en su proyección hacia Asia y el Pacífico. Ímpetu palpable en la acción bilateral, pero también en las reuniones de grupos regionales con dirigentes asiáticos.
El mapa de la integración asiática y de los mecanismos de integración entre Occidente y el continente asiático es…