A pesar de las recurrentes crisis de las últimas décadas, Argentina es el país de mayor renta per cápita de América Latina. El riesgo es que el nuevo gobierno consolide los errores de los gobiernos precedentes y para justificar sus políticas dilapide algunos logros de los últimos años.

El estrechísimo triunfo del conservador Mauricio Macri frente al peronista Daniel Scioli en las elecciones presidenciales de noviembre pasado refleja la fuerte división de la sociedad argentina en torno a dos propuestas que no presentaban diferencias radicales de proyecto de país, pero supuestamente sí sobre el papel asignado al Estado como regulador de la actividad económica y como agente compensador de las desigualdades generadas por el mercado. En realidad las diferencias no se asociaban a los candidatos mismos, de ideas próximas, sino a la convicción ciudadana de que Scioli se vería forzado a mantener gran parte de las políticas públicas de los precedentes gobiernos peronistas posneoliberales del matrimonio formado por Néstor Kirchner (2003-07) y Cristina Fernández (2008-15).

La política fiscal de estos dos presidentes se caracterizó por un fuerte aumento del gasto público, sobre todo social, sostenido mediante una estructura tributaria regresiva: solo el 25 por cien de los ingresos tributarios1 provenían de impuestos a las rentas personales y empresariales (en España el 54 por cien). Además, los aranceles a las exportaciones agrarias, en un contexto de elevadísimos precios agrícolas internacionales, aportaban el 12 por cien de la recaudación por impuestos. Las “retenciones” a la exportación, además de contribuir a financiar políticas públicas, durante algunos años permitieron contener los precios internos de los alimentos y la inflación en general, dependientes de los precios agropecuarios de exportación netos de aranceles. La incapacidad del gobierno para explicar a la población esa relación y su actitud soberbia ante la crítica, permitió que el rechazo a…