La elección de Fernando de la Rúa para la jefatura del Estado en 2000 abre una nueva etapa en la democracia argentina. La superación del menemismo exige una ambiciosa política de reformas, para la que cuenta, sin embargo, con una insuficiente base de apoyo en el parlamento. Por otra parte, la mayor dificultad de los proyectos de reforma deriva del escaso grado de debate social.