La victoria de Cristina Fernández consolida el kirchnerismo; nuevo episodio argentino de hiperpresidencialismo, avalado por la debilidad de los partidos, la ineficiencia del Estado y la baja calidad de la política. Pese a las buenas cifras de hoy, la economía es el talón de Aquiles.
El 23 de octubre, Cristina Fernández de Kirchner se adjudicó un rutilante triunfo en las urnas –la diferencia con el segundo candidato más votado fue la mayor desde 1983– y consiguió una reelección que coloca al kirchnerismo como la primera fuerza en ser elegida para gobernar Argentina por tres periodos consecutivos. En efecto, el ciclo kirchnerista fue inaugurado en 2003 con el triunfo del exgobernador de la provincia patagónica de Santa Cruz, Néstor Kirchner. Sin grandes debates ni cruces mediáticos trascendentes, la campaña electoral se ha desarrollado en un contexto de abulia y desinterés, a la espera de que se repitieran –con algunos matices– los resultados de las primarias celebradas el 14 de agosto. En lo que constituyó un hecho inédito en Argentina, las elecciones primarias, abiertas y obligatorias, sellaron un rotundo triunfo oficialista: el gobierno obtuvo el 50 por cien de los votos y ninguno de los candidatos de la oposición –fragmentada y dispersa– superó el 12 por cien.
¿Cuáles son los factores que explican el éxito electoral de Cristina Fernández? Sin duda, la razón más elocuente es la marcha de la economía y la percepción general de que su gobierno se ha desempeñado relativamente bien. En efecto, el país registra cifras que lo colocan segundo en el ranking de países que más crecerán en 2011 y vive un boom de consumo. Incluso los argentinos sumidos en la pobreza han mejorado al menos mínimamente sus estándares de vida. Si bien las estadísticas oficiales carecen de verosimilitud –dada la grosera manipulación a las que son…