En un momento en que todas las miradas se dirigen hacia el Este, tendemos a olvidar el Sur. Los acontecimientos que se producen en Argelia acaban de recordar brutalmente a los occidentales que nuestra seguridad y nuestro porvenir dependen también de la evolución de las sociedades limítrofes que bordean la otra orilla del Mediterráneo. En efecto, la crisis argelina se sitúa en el contexto que afecta, desde hace ya cierto tiempo, al mundo árabe-musulmán. La acumulación de los errores cometidos por los responsables y los defectos del sistema económico y social que ha prevalecido en Argelia desde la independencia han hecho de este país, que disponía de muchas bazas a su favor, un ejemplo del fracaso del desarrollo, lo cual hace difícil la instauración de una verdadera democracia. El problema nos concierne porque la comunidad de destino de las naciones de la cuenca occidental del Mediterráneo sigue siendo una realidad válida todavía para mucho tiempo.
Tras haber ganado la guerra de liberación, puede que Argelia haya perdido en parte la paz. El poder acumuló todos los errores posibles desde la independencia en 1962.
El primer error de los nuevos dirigentes del país fue asumir la opción ideológica marxista y dirigista que lleva a la penuria a todas las economías que la han tomado prestada. El segundo error fue perseverar en ese error tras comprobar su fracaso en 1980. El tercero fue desestimar a partir de 1986 el deseo de cambio de los decepcionados del FLN, cada vez más numerosos, y no tener en cuenta la frustración de las jóvenes generaciones privadas de la esperanza de acceder a la sociedad de consumo a la que habría de haberles conducido un desarrollo económico y social armonioso.
En cuanto al cuarto error podría muy bien provenir de la población, es decir, más en…