No me hable de ayer; de eso hace ya mucho tiempo”, respondía hace unos días un especialista egipcio en cuestiones de seguridad a una pregunta sobre los sucesos de Argelia. No es ni siquiera la historia la que parece lejana, sino el ayer y el hoy. El mundo ha cambiado y cambia tan deprisa que apenas si se ha configurado un escenario, cuando ya ha aparecido otro diferente.
Los estudios más recientes de estrategia y evaluación de la amenaza en el Mediterráneo parten del postulado de que la revolución mundial es el objetivo del comunismo, que su estrategia es la de “victoria sin guerra”, y que revolucionaria o comunista esa estrategia es consustancial con los intereses de Rusia de preservar sus espacios de seguridad.
Aún no hubo tiempo para revisar esos postulados de manera sistemática después del hundimiento del sistema comunista, y ya la amenaza ha adquirido una nueva forma, menos perceptible porque carece de capacidad armada organizada por el momento, pero más inquietante porque su arsenal de combate incluye cultura, civilización, y modo de vida diferentes.
La segunda revolución argelina –la primera fue la del Frente de Liberación Nacional (FLN) de 1954– que habría convertido al Frente’; Islámico de Salvación (FIS) en tutor de los destinos del pueblo argelino y a Argelia en una república islámica, ha sido interrumpida temporalmente por la intervención del ejército.
La experiencia democrática en Argelia ha sido colocada entre paréntesis y los nuevos demócratas argelinos, que se preparaban a sustituir el populismo laico del FLN por el populismo religioso del FIS, han sido invitados a un período de reflexión de dos años. Sin entrar en la polémica, que ya se ha extendido por todo el mundo árabe con el resultado de una suerte de empate entre intelectuales, pero clara simpatía popular por el FIS,…