Argelia en transición hacia una Segunda República
Argelia está a tiro de piedra de Barcelona, pero al mismo tiempo es percibida como un país opaco y secretivo. Un país clave para España que, sin embargo, pocos españoles conocen en profundidad. Tres de estos últimos son Laurence Thieux, Aurèlia Mañé y Miguel Hernando de Larramendi, que llevan años advirtiendo de la necesidad de entender y explicar el país vecino. Su último libro, Argelia en transición hacia una Segunda República, escrito antes de que una revuelta pacífica y transversal protagonizara titulares, es buena muestra de su experiencia y finura de análisis.
El libro repasa la historia poscolonial del país norteafricano, así como los prolegómenos a su independencia tras una sanguinaria guerra (sobre el terreno y en las cancillerías) con Francia, que consideraba al hoy país más grande de África un puñado de departamentos. Gran parte del texto se basa en una estructura diacrónica, que permite entender con cada acontecimiento y desarrollo los cambios en la estructura institucional y sus efectos en la sociedad. A cada nuevo presidente, una nueva Argelia.
En primer lugar, el libro se centra en la gestación del Estado, y en las visiones e insuficiencias de la descolonización. En aquella época se erigió como formación hegemónica un Frente de Liberación Nacional (FLN) que representaba una visión unívoca de lo argelino. Fueron tomando forma dos pilares del régimen: histórico y diplomático. A estas dos rentas se uniría en los años setenta la del petrolero, que reforzó la legitimidad doméstica de un Estado distribuidor y la legitimidad internacional de un actor que hacía oír su voz en foros como la OPEP. Entendemos así la realidad argelina hoy, en particular en lo que se refiere a la estructura de toma de decisiones –el velado pouvoir– ejército, fuerzas de seguridad y partido político en el poder, mutatis mutandis.
El volumen nos transporta a los años ochenta, en los que Argelia fue testigo de cuestionamientos de los principios revolucionarios, así como del resquebrajamiento de las citadas rentas. El surgimiento del islam político, como consecuencia de la apertura política, no entraba dentro de los cálculos del régimen, que con un golpe de Estado y represión sentó las bases de la Década Negra. El fin del conflicto llegó de la mano de la victoria de los halcones, y solo una figura reputada como la de Abdelaziz Buteflika podría recuperar parte del esplendor del pasado.
El tercer capítulo se centra en los esfuerzos de Buteflika por recuperar legitimidad doméstica e internacional. En el primer frente se logró la reconciliación, pero siguió creciendo el descontento, solo a veces apaciguado con la compra de paz social. No hubo Primavera Árabe argelina, pero se multiplicaron las microrrevueltas a lo largo y ancho del país. El poder apestaba cada vez más a corrupción y amiguismo. En la escena internacional, el 11-S sirvió para que Argel hiciera valer su experiencia antiterrorista.
La revuelta llegó en febrero de 2019, en un periodo de erosión de rentas y con una población cuyo orgullo había sido consumido. Jóvenes y mayores comparten problemas con sus vecinos. La posible reelección de un mandatario esclerótico encendió la mecha, y los ciudadanos tomaron las calles pidiendo una vuelta a las esencias de la República. La incapacidad del pouvoir de reconfigurar el equilibrio de poder ha sido puesta de manifiesto, y no parece que las purgas basten como solución. La principal duda en mente del “Hirak”, de la población y de las capitales encuentra eco en el título del libro: ¿se encamina Argelia hacia una Segunda República? En ese caso, ¿qué significado tiene esa expresión para unos y otros?
La única excepción al análisis genealógico es el capítulo referido a la economía política, y en particular a las rentas derivadas de la explotación de hidrocarburos. Se preocupa por diseccionar los retos presentes y futuros relacionados con la escena energética internacional, que Argelia dominó y ante la que hoy se postra. Lo hace en clave de riesgos, pero también de oportunidades, como es el caso del controvertido gas de esquisto. Uno de los muchos fuertes del volumen es que en ningún momento pierde de vista la importancia de las relaciones de Argelia con Europa, y en particular España.
El libro busca responder algunas preguntas necesarias para entender el contexto actual. También aspira a desmontar algunos mitos que se han instalado en el imaginario argelino e internacional sobre la excepcionalidad del país: la Argelia socialista, el país petrolero, la homogeneidad nacional, la paz social a golpe de talonario o una estructura de poder homogénea. En definitiva, una referencia para guardar en la estantería y para consultar durante años, incluso décadas.