El inmovilismo político contrasta con los profundos cambios de la sociedad y el agotamiento del modelo económico rentista que ha permitido comprar paz social.
La vida política argelina, lejos de la atención mediática, no ha sufrido ningún sobresalto importante desde finales de la década de los noventa. Después de haber vivido un conflicto brutal en el que hubo 200.000 muertos y 15.000 desaparecidos, el país ha vuelto a encontrar la estabilidad política.
Desde finales de los años noventa, la oligarquía político-militar en el poder, tras haber logrado erradicar a los grupos islamistas armados, se ha esforzado por crear una apariencia democrática para normalizar la situación política. Desde entonces, se han celebrado elecciones locales, legislativas y presidenciales en Argelia de manera regular para mantener esa falsa apariencia de multipartidismo y de gobierno democrático. Por tanto, al igual que los comicios anteriores, las próximas elecciones legislativas que se celebrarán en mayo de 2017 no tienen importancia desde el punto de vista político, y es poco probable que supongan el inicio de un cambio político sustancial en Argelia.
Además, la cita electoral solo suscita interés entre los propios candidatos en liza a los que les preocupa mantener las ventajas asociadas a su condición de parlamentarios. Sin embargo, la mayoría de los partidos de la oposición, con muy poco apoyo popular, han decidido entrar en el juego a pesar de las dudas que persisten en cuanto a la transparencia y la regularidad del proceso electoral.
Ni siquiera todos los partidos de la oposición, agrupados desde 2014 en el seno de la Instancia de Seguimiento y Coordinación de la Oposición (ISCO), han decidido boicotear las próximas elecciones. Solo Jil Jadid y el partido de Ali Benflis, Talai el Hurriyet, han anunciado que no participarán en los comicios, una estrategia de boicot aislada que tendrá poco…