las fronteras de ulises
Autor: Rafael Vilasanjuan
Editorial: Debate
Fecha: 2021
Páginas: 216
Lugar: Barcelona

Apelando a nuestra conciencia

La Unión Europea todavía no ha asumido el fracaso de sus políticas migratorias. Como defiende Vilasanjuan, si Europa se encastilla, estará renunciado a su propio legado.
Marcos Suárez Sipmann
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Equiparando el viaje de los refugiados con el de Ulises en La Odisea, Rafael Vilasanjuan sacude nuestras conciencias. Las fronteras de Ulises denuncia la falsa idea de “invasión” impulsada por los movimientos ultranacionalistas. Los populismos han hecho germinar la xenofobia y la aporofobia (odio a los pobres) que nosotros, una sociedad mayoritariamente indiferente, hemos asimilado. El autor, periodista, sabe de lo que habla. Trabajó durante más de 12 años con Médicos Sin Fronteras (MSF), primero como director de Comunicación y después como secretario general de MSF International. Hoy es el director de Análisis y Desarrollo Global del Instituto de Salud Global Barcelona (ISGlobal), pero no ha dejado de ser periodista. Vilasanjuan sostiene que con su frase “la batalla del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”, el escritor checo Milan Kundera supo resumir la esencia de la profesión.

Los refugiados son los desplazados que logran cruzar la frontera para evitar morir. Cuando en 2015 llegó a Europa más de un millón de ellos, víctimas de la barbarie en busca de asilo, una gran parte huía de la guerra en Siria. En cambio, los desplazados siguen en el país donde tienen lugar las hostilidades, donde es improbable que tengan acceso las organizaciones internacionales de ayuda y socorro. Por su parte, el objetivo de los migrantes es poder vivir, ganarse la vida, en busca no solo de un futuro, sino de un presente mejor. Hoy África, por ejemplo, no solo concentra el 40% de los conflictos en curso en el mundo, con el mayor número de gobiernos en crisis, sino que es el continente con más niños con malnutrición y enfermos de sida. Según cifras del Banco Mundial, el crecimiento de la población mundial se concentrará en dicho continente, afectado además de manera gravísima por el calentamiento global.

La Unión Europea todavía no ha asumido el fracaso de sus políticas migratorias. Como sostiene Vilasanjuan, la mal llamada “crisis de los refugiados” no fue provocada por quienes huían de los conflictos, sino por la incapacidad de la UE para afrontar el reto. Líbano, con solo siete millones de habitantes, recibió más refugiados que toda Europa. En el continente no hubo solidaridad, ni acuerdos. No funcionó el sistema de cuotas. Sus instituciones han convertido a los inmigrantes en enemigos contra los que hay que luchar. Incluso cuando el Covid-19 sembró el desánimo y restringió la movilidad, el virus no viajaba a bordo de las embarcaciones que cruzaban el Mediterráneo. Pero también entonces la reclamación de expulsar a los inmigrantes y cerrar fronteras dejó de ser una estrategia de salud pública para convertirse en arma política.

Si Europa les niega el asilo, está renunciando al legado de la democracia occidental y a los derechos humanos. Desde 2015 hasta el inicio de 2021, más de 20.000 personas han perdido la vida en aguas del Mediterráneo, un recuento que solo incluye aquellas de las que se guarda un registro de que zarparon pero no llegaron. No están los que han muerto en centros de detención, en interminables caminatas por el desierto ni a manos de traficantes, torturados o explotados. En el horizonte del nuevo pacto europeo, nada hace pensar que esta situación pueda cambiar de forma sustancial.

 

Soluciones parciales a problemas estructurales

Una útil cronología al principio de la obra nos recuerda los hechos más destacados desde la aprobación del Acuerdo de Schengen, que suspendió los controles entre los países de la Unión. En el texto se relata igualmente la acción de dos figuras pioneras en la historia de la protección de las personas en tiempos de guerra. El suizo Henri Dunant (primer premio Nobel de la Paz en 1901), creador del movimiento de la Cruz Roja Internacional, tras el cual las convenciones de Ginebra fueron fijando la responsabilidad de los combatientes y el derecho a asistir a las víctimas. Y el explorador noruego Fridtjof Nansen (Nobel de la Paz en 1921), quien diseñó un documento de identidad, el “pasaporte Nansen”, para los desplazados. Las naciones que acordaron utilizarlo se comprometían a no expulsar a los refugiados que se establecían en sus límites.

En 1951, la Convención de Ginebra codificaba el derecho de asilo redactando el Estatuto de los Refugiados, todavía vigente. Y creó una agencia para dar cobertura y protección: el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Tras las guerras europeas y con los movimientos de descolonización, la desestructuración y el caos se trasladaron hacia el denominado Tercer Mundo. Pese a todas las convenciones, hemos superado la cifra de 70 millones de desplazados por conflictos, persecución y violencia. Las ONG son las vanguardias que suplen ausencias en un mundo desordenado. Su presencia en cualquier lugar indica que el poder falla.

Y es que la inmigración es como la energía: ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Dar más poder a la agencia fronteriza europea, Frontex, no es la solución. A más vallas y concertinas, más peligro y muertos en las rutas alternativas. Mayor poder para las mafias de traficantes. Pero mucho peor es la externalización del control migratorio, financiando a gobiernos que no reconocen el derecho de asilo, como Turquía, o a Estados fallidos, como Libia. O a Estados como Marruecos que, como ha vuelto a constatarse estos días en Ceuta, no duda en jugar con la vida de los migrantes y buscadores de asilo para alcanzar objetivos de política exterior.

Las migraciones, la capacidad de movimiento, es lo que distingue la historia de la humanidad. Europa, una sociedad envejecida donde en 2050 solo trabajará la mitad de la población, necesita la inmigración. Un dato nos muestra que es posible integrarla: el ministerio de Economía alemán anunció apenas cinco años después de la llegada masiva de casi un millón de refugiados sirios que la contribución neta que estos aportaban a las finanzas del país ya superaba los gastos que el gobierno estaba destinando a proyectos de acogida e inserción.

Es esta una lectura para despertar nuestra conciencia. Tanto más necesaria en un momento en que la llegada del buen tiempo hace prever una nueva oleada de refugiados en Europa.