Desde que los talibanes recuperaron el poder el 15 de agosto de 2021, han afianzado su régimen totalitario. Cuando ya se han cumplido tres años de aquella fatídica fecha, Afganistán vive una crisis humanitaria y sus mujeres un terrible apartheid de género. Poco difiere este régimen talibán del anterior de 1996 a 2001. El poder reside en su hombre fuerte, el mulá Hibatullah Akhundzada, y la facciónde Kandahar, la más extrema. Buscan el reconocimiento internacional y el desbloqueo de las reservas afganas congeladas en el exterior, pero la violación de los derechos humanos es continua en el país.
Los afganos se sienten abandonados por una comunidad internacional que se fue sin mirar atrás. “El mundo y nuestros vecinos han sido muy injustos con Afganistán”, denuncia la activista por los derechos de las mujeres, Mahbouba Seraj. “La comunidad internacional hizo una gran promesa al pueblo afgano. Dijo: vamos a desarrollar y rehabilitar el país y a .proporcionar un buen gobierno para el pueblo. Y un día abandonaron al pueblo de Afganistán”, añade Muhammad Yousef, fundador y director de la ONG Aschiana, dedicada a ayudar a niños de la calle.
Piden una mayor presión internacional sobre los talibanes que han cometido con total impunidad ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias, tortura contra los antiguos funcionarios del gobierno y de las fuerzas de seguridad y contra opositores. Ha habido un rápido declive económico, aumento del hambre, de la pobreza, de la malnutrición o del desempleo. El sistema de salud pública está casi colapsado. Más de dos tercios de la población necesita ayuda humanitaria urgente para sobrevivir. Las tasas de mortalidad entre las niñas son un 90% más altas que entre los niños. Los países occidentales, debido sobre todo al recorte constante de derechos y libertades de niñas y mujeres, han aplicado sanciones, congelación…