Pocas veces en la historia un año de política internacional ha estado tan cargado de tantos y tan variados acontecimientos, surgidos casi siempre por sorpresa. Si se echa la vista atrás y se recuerda la situación en el mundo hace un año, las tímidas transformaciones que entonces se percibían (con la cuestión de los refugiados en las Embajadas alemanas de Budapest y Praga) parecen hoy problemas propios de generaciones pasadas.
Los acontecimientos del otoño y del invierno de 1989-1990 pudieron hacer pensar que con ellos se iniciaba una nueva era en la que al destruirse 80 años de una parte importante de nuestra historia reciente, la Europa Central y la del Este iban a convertirse en el centro de la atención de la política internacional durante la última década del siglo XX.
Sin embargo, el estallido del conflicto del Golfo Pérsico ha venido a cambiar este panorama y a suscitar muchos interrogantes.
Desde hace algo más de un mes la amenaza de guerra inmediata desplaza la preocupación internacional hacia otros escenarios. La magnitud y variedad de las repercusiones de todo orden que provoca el nuevo conflicto y que examinaremos más adelante determinan que las cuestiones relativas a esas áreas del Centro y del Este de Europa pierdan parte de su interés o que queden subordinadas al nuevo conflicto del Oriente Medio.
Toda la atención del mundo está concentrada en la crisis del Golfo Pérsico. Basta con examinar la información diaria de los medios de comunicación, las actividades de los políticos y las de los dirigentes del mundo de la economía. Todo está subordinado a la actual crisis.
Antes de entrar en el análisis del por qué se ha producido tal crisis casi por sorpresa y de reflexionar sobre sus posibles consecuencias se plantea la duda de determinar si el problema…