Autor: Nathan Thrall
Editorial: Anagrama
Fecha: 2024
Páginas: 308
Lugar: Barcelona

Anatomía de una tragedia en Jerusalén

A partir del accidente de tráfico de un bus escolar con un camión de transporte en las afueras de Jerusalén ocurrido en 2012, Nathan Thrall describe la vida cotidiana de la población palestina bajo la ocupación israelí, en el contexto del conflicto de Israel con Palestina.
Mariano Aguirre
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En febrero de 2012 un autobús cargado de niños en edad escolar y sus profesoras, chocó en una ruta en las afueras de Jerusalén con un camión de carga con remolque de 18 ruedas. El bus volcó y se incendió en pocos minutos. Diez niños y profesoras fallecieron quemados. Las ambulancias tardaron más de media hora en llegar a socorrerlos. El camión llevaba piedra caliza palestina para la construcción de asentamientos de colonos israelíes.

Nathan Thrall, ex analista del International Crisis Group, escribió en 2021 un artículo en The New York Review of Books detallando que la tragedia se debió a una serie de circunstancias, entre otras, que el bus no cumplía con las normas de seguridad necesarias; que circuló por el carril en sentido contrario durante una fuerte tormenta; que el conductor uso un retardador o dispositivo adicional de frenado que nunca debe usarse en terrenos mojados; y que la vía, colgada de una montaña, adolecía de tanta peligrosidad (muchos conductores usaban la dirección contraria para ahorrar tiempo) que se la conoce como la “carretera de la muerte”.  El camión chocó con el bus de frente y luego el remolque, que se balanceaba con fuerza, lo empujó y arrojó a un lado de la carretera. Un cortocircuito provoco el incendio. El fuerte viento hizo el resto.

El factor que convirtió el accidente en tragedia fue que el socorro que debería haber acudido urgentemente por parte palestina no pudo hacerlo debido a la compleja regulación y controles militares (check-points) israelíes impuesto en los Territorios Ocupados de Palestina (TOP), incluyendo a la parte oriental de Jerusalén y sus alrededores. Por su parte, la policía, ejército, y servicios de emergencia israelíes no tuvieron ninguna prisa en hacerse presente. Cuando padres y personas que se acercaron al bus escolar accidentado pidieron ayudar a soldados israelíes que estaban cerca no la obtuvieron.

Según OCHA, la agencia para la coordinación de asuntos humanitarios de la ONU, en agosto de 2023 había en Cisjordania (zona conocida también como el West Bank) 654 obstáculos (puestos militares de control, cámaras de vigilancia, y pasos por los que solo puede cruzar una persona por vez, entre otros) que dificultan la movilidad de la población palestina. Los check-points se abren y cierran de forma arbitraria. En ocasiones los palestinos deben esperar durante horas para cruzar desde sus hogares a sus trabajos o ir a centros sanitarios y educacionales. A esto se suma que el Muro o Barrera de Separación de 720 km de longitud, que se construyó entre 2000 y 2005, separa poblaciones, familias y unidades productivas, especialmente agrícolas. Alrededor de 25.000 palestinos están aislados y separados de servicios públicos. La población local le llama “el Muro del Apartheid”.

Una década después de aquel grave incidente, Thrall convirtió su artículo en un libro que provee contexto desde múltiples ángulos a ese terrible accidente. El resultado es una profunda, detallada y desgarradora descripción de la ocupación israelí de los territorios palestinos. El libro permite entender que esa “ocupación” no es solo un despliegue de soldados y un secuestro de la soberanía sino una transformación y dislocación profunda de la vida cotidiana de la población palestina, y una violación premeditada de los derechos humanos.

El autor presenta a la familia de una de las víctimas, con especial interés en la figura de su padre, Abed Salama, que da título al libro. A partir de ahí, da a entrada a diversos protagonistas: las esposas de Salama, una médico palestina que trabaja en la Agencia de las Naciones Unidas para la Protección de la Población Palestina (UNRWA, en sus siglas en inglés), los conductores del camión y el bus, los jefes de seguridad palestino e israelí de la zona los padres y madres de otros niños que viajaban en el bus, y el artífice israelí del Muro, entre otros.

En la mejor tradición del periodismo de investigación estadounidense, el autor sitúa las historias familiares en el marco de las prácticas y costumbres de la cultura palestina en el contexto histórico y político. Como un telón de fondo emergen el plan de partición de la ONU del Mandato Británico de Palestina (1947), la creación del Estado de Israel y la primera guerra entre estados árabes e Israel (1948) y, a partir de ahí, la desposesión de tierras y casas unida al desplazamiento forzado de la población palestina, que comenzó entonces y continúa en actualidad.

Ese contexto se proyecta en la vida de las familias palestinas donde numerosos miembros han formado parte de diferentes grupos político contra la ocupación, la represión israelí, los colonos, la tortura, los colaboradores, la escalada de la violencia, el odio mutuo que llevará al terrorismo de las dos partes, los atentados suicidas y acciones como las del 7 de octubre de 2023.

Thrall explica la forma en que la burocracia represiva de la ocupación produce no solo una separación entre los 700.000 israelíes que viven en asentamientos (algunos de ellos verdaderas ciudades) en Cisjordania y Jerusalén Este, sino una deshumanización de los palestinos. Gran parte del libro está dedicada a los intentos de los padres y madres por saber qué ha pasado con sus niños y desplazarse entre diferentes hospitales, sin poder hacerlo debido a que no poseen los carnés de identidad con los colores necesarios para cruzar entre las zonas establecidas por la ocupación.

La construcción del Muro provocó que una serie de localidades, entre ellas Dahiyat a-Salaam, que se encuentra el barrio de Anata, donde vive la familia protagonista del libro, queda en una tierra de nadie que no administra ni la Autoridad Palestina (bajo supervisión de Israel), ni el ejército y el sistema judicial y de gestión urbana de Israel. La zona es ocupada por bandas criminales y florece la economía ilegal. Desaparecen las escuelas públicas y los sistemas de transporte regulados: los niños víctimas del accidente iban a uno de los colegios privados que nadie controla, y viajaban en un bus antiguo sin licencia que circulaba por una carretera sin guardarraíles ni policía de tráfico.

A medida que se investigó qué había ocurrido en el accidente, y en el informe de los peritos judiciales, quedó en claro que los servicios de rescate palestinos encontraron numerosos obstáculos burocráticos para poder llegar. Pero los bomberos, policías y ejército israelí que estaban a distancias que oscilaban entre los 800 metros y los tres kilómetros tardaron media hora en presentarse.

Salem, un testigo del accidente, se preguntó: “¿Dónde estaban los soldados, los médicos y los jeeps y los tanques de agua y los extintores? Si se hubiera tratado de dos niños palestinos lanzando piedras a la calle, el ejército (israelí) habría llegado en un minuto. Cuando los judíos están en peligro, Israel manda helicópteros. Pero, al tratarse de un autobús en llamas lleno de niños palestinos, ¿sólo aparecían cuando ya los han evacuado a todos?” Su conclusión fue: “Querían que murieran”. Cuando lanzó esa acusación a los soldados israelíes presentes fue golpeado hasta dejarlo inconsciente. Estuvo ingresado 10 días y durante años sufrió ataques de pánico mientras decía sentir “el olor de los cuerpos quemándose”.

La conclusión de Thrall es que, primero, la arquitectura de la ocupación israelí y, segundo, la negligencia de la Autoridad Palestina se combinó para producir la catástrofe. La lectura del libro permite entender, por un lado, el impacto en las personas dentro del marco del conflicto político. Por otro, vislumbra la forma en que se produce la deshumanización y la otredad de los palestinos que estamos viendo en la presente guerra en Gaza entre un sector de la sociedad israelí, y el deseo de venganza en generaciones presentes y futuras en Palestina.