La construcción del Estado nación es uno de los logros más significativos en la historia de la humanidad. Se basa en aspectos institucionales y en otros de naturaleza identitaria. Hay una mezcla de voluntad y de oportunidad, de cuestiones defensivas grupales y de ordenamientos rituales regulares, de satisfacción de equilibrios emocionales y de racionalidad en la obtención de objetivos.
El Estado nación se ha desarrollado con gran fortaleza en términos universales a lo largo del siglo XX, culminando los procesos que venían incubándose a partir del final de la Edad Media. Su evolución ha dado paso a diferentes modelos que coincidían en retener algunos elementos clave inspirados en el concepto de soberanía de Juan Bodino, como la capacidad de tener un ejército propio, de acuñar moneda y de gravar impositivamente, que Max Weber sintetizó en el ejercicio en condiciones de monopolio del uso de la violencia legítima y del desarrollo de una burocracia independiente y estable surgida por criterios de mérito, siguiendo la pauta establecida por el pensamiento de Confucio en China.
Desde el inicio, el Estado nación tuvo que saber integrar los dos términos, circunstancia que, de manera ideal, dio paso a dos modelos en su desarrollo. El primero fue aquel en el que el Estado, surgido de una voluntad poderosa impuesta por la fuerza por un grupo minoritario para controlar a gentes y territorios, construyó a la nación. El segundo supuso que un grupo humano más amplio, con sólidos elementos de autoidentificación compartidos en el amplio ámbito de lo cultural y que se concebía a sí mismo como “nación”, buscó al Estado como instancia de supervivencia. Sendos modelos ideales llegan hasta la actualidad como explicaciones del acontecer político.
En América Latina los procesos independentistas acaecidos de manera prácticamente simultánea (con las excepciones de Cuba y Panamá) se dieron…