Cuando Olaf Scholz fue nombrado canciller, el 8 de diciembre de 2021, estaba en un momento político dulce. Los socialdemócratas (SPD) que él lideraba habían conseguido sus mejores resultados en los últimos 19 años y él mantenía su fama de hombre moderado (aunque aburrido y sin carisma) con una experiencia de gobierno acreditada tras haber sido ministro de Finanzas y vicecanciller de Angela Merkel. Formó, obligado por los resultados electorales, una Coalición de Verdes (aliados naturales del SPD) y Liberales, la llamada Ampel Koalition, coalición “Semáforo”, definida por los colores de los partidos que integra. Ésta se proclamó defensora de una “Nueva Economía Social y Ecológica de Mercado”.
El líder de los Liberales, Christian Lindner, se hizo con el Ministerio de Hacienda, como deseaba, y los Verdes, con la vicecancillería y Superministerio de Economía (Robert Habeck) y también con Asuntos Exteriores (Annalena Baerbock). Tres años después se puede decir sin error que el “Semáforo” no funciona y que la desafección y decepción de los ciudadanos es preocupante. A ello ayuda una coyuntura económica que el propio ministro Habeck ha calificado de “dramáticamente mala”. El gobierno había previsto un crecimiento del PIB del 1,3% para este año. Ahora ha tenido que rebajarlo a solo un 0,2%. La República Federal está en recesión.
Muchos observadores aseguraban que era cuestión de tiempo que esa Alianza empezara a crujir y a vivir fuertes tensiones internas. Los Liberales, un partido “egoísta” que defiende fundamentalmente a los Besserverdienern, es decir, los que “ganan bien” (profesiones liberales, emprendedores, empresarios, etc.) han gobernado tradicionalmente con los democristianos en décadas pasadas y tienen un principio fundamental: no a cualquier subida de impuestos. Pronto llegaron los choques con los afanes proambientales de los Verdes y la imprescindible transición ecológica, especialmente tras la renuncia al gas ruso. Tampoco era…