POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 25

Las banderas soviética y rusa ondean sobre el Kremlin, el 18 de diciembre de 1991. Las banderas soviéticas serán retiradas el 31 de diciembre de 1991, para ser reemplazadas por las rusas, marcando el final de la Unión Soviética. GETTY

¿Adónde va la antigua Unión Soviética?

Aunque ha sido vencida, la Union Soviética no ha sido devastada de la misma manera en que lo fueron Alemania y Japón en la Segunda Guerra mundial. En muchos aspectos, el viejo imperio sigue intacto.
Jonathan R. Adelman
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La guerra fría ha terminado, la Unión Soviética ha muerto y el viejo imperio comunista en Europa del Este se ha desvanecido en la historia. La guerra del golfo Pérsico, la integración de la Comunidad Europea en 1992, la ascensión de Japón y los Cuatro Tigres de Asia en el Este parecen ser sucesos más importantes que los que tienen lugar en la, ahora desinflada antigua superpotencia. Tras la Primera y Segunda Guerra mundiales fueron los vencedores y no los vencidos los que crearon un nuevo régimen internacional. Ahora que la Unión Soviética ha sido derrotada (en este caso colapsando sin un quejido), algunos pueden preguntarse por qué no debemos dirigir nuestra atención del derrotado enemigo, a las nacientes fuerzas en el orden internacional.

Y sin embargo, lo viejo perdura y tiene un gran impacto en el presente y en el futuro. La antigua Unión Soviética, al contrario que la Alemania nazi o el Japón imperial, no fue devastada en una guerra prolongada, destrozada por la batalla y ocupada por el enemigo.1991 fue muy diferente de 1945, siendo tratada esta vez también por la Comunidad de Estados Independientes como un cuasi aliado más que como un enemigo derrotado. No hay una descomunistización del país, sino que un antiguo apparatchik comunista como Boris Yeltsin (jefe del partido en Sverdlovsk y Moscú) dirige el país.

De muchas formas, también, al contrario que Alemania y Japón devastados y ocupados en 1945, con sus ardientes cenizas de Dresden, Berlín, Hiroshima, Nagasaki y Tokio, la Unión Soviética está intacta. Eso es muy importante para los desafíos que hoy se plantean %d orden internacional. Todavía mantiene una capacidad enorme y devastadora tanto nuclear como convencional. Hay 27.000 cabezas nucleares en el territorio de la antigua Unión Soviética, 12.000 sistemas de largo alcance y 15.000 armas nucleares tácticas. Cuando se considera la preocupación occidental sobre la adquisición de una o varias armas nucleares por regímenes hostiles como Irak, Irán, Corea del Norte, Argelia o Siria, debemos temer el arsenal nuclear soviético que es mayor que el de todos los países occidentales juntos y un 30 por cien mayor que el de EEUU. El potencial de dicho arsenal es aterrador pues puede destruir el mundo varias veces. Su arsenal convencional, con 45.000 tanques, más de 6.000 aviones de combate y más de tres millones de soldados, es impresionante. Esto se refuerza por el hecho de que la antigua Unión Soviética, aunque incapaz de competir con el Oeste en muchas áreas, era una potencia de primera clase en la arena militar.

 

«Debemos temer al arsenal nuclear soviético que es mayor que el de todos los países occidentales juntos y un 30% mayor que el de EEUU»

 

Varios problemas capitales rodean este enorme arsenal. Primero, está la cuestión de la seguridad de las armas, de la posibilidad de su disparo fortuito o de que estas armas de destrucción masiva caigan en manos potencialmente peligrosas u hostiles. La creciente inestabilidad dentro del país promueve la profunda preocupación sobre esa área.

A este respecto, la violencia a gran escala de la guerra civil yugoslava y la violencia en Nagorno-Karabakh y Georgia crean preocupación. Si el país sigue deshaciéndose sin estructuras políticas y económicas estables, ¿quién será capaz de salvaguardar un arsenal tan vasto y mantenerlo fuera de una posible guerra civil? El posible uso de armas nucleares tácticas en una guerra civil fratricida no puede, desgraciadamente, excluirse.

 

Venta de armas nucleares

En segundo lugar, está la cuestión de la posible transferencia o venta de armas nucleares a países ricos y despóticos del Tercer Mundo. La India recientemente ha declarado que Libia le ofreció 15.000 millones de dólares por un arma nuclear. Dada la creciente crisis económica (mil por cien de inflación anual ascendente) en el país, es posible que esta pesadilla se convierta en realidad. Esto es todavía más probable si la seguridad sobre armas nucleares tácticas, actualmente bastante buena, puede verse erosionada junto con la estabilidad política del país. Vastas cantidades de dinero del petróleo, permitieron a Sadam Husein almacenar un poderoso arsenal convencional y hacer grandes progresos en el área nuclear, biológica y química. Ahora el dinero hablará mucho más alto en un país donde el salario medio es menos de cinco dólares al mes.

Tercero, un escenario más probable todavía es la posibilidad de que no las armas nucleares, sino la tecnología y el conocimiento nucleares puedan ser exportados a estos países relativamente ricos e inestables del Tercer Mundo. Hace algunos años, un investigador de la Universidad de Princeton escribió una tesis doctoral en la que usó informaciones accesibles para demostrar que se podían hacer armas nucleares. No se puede devolver el genio a la botella cuando las armas nucleares son el símbolo último del poder en la arena internacional. Hay entre 2.000 y 5.000 científicos nucleares soviéticos con conocimiento sustancial del proceso. Dado que las condiciones científicas se están deteriorando en el país, y que los salarios pueden ser muy inferiores a veinte dólares al mes, la reciente noticia de que Irak y Libia están ofreciendo 2.000 dólares mensuales a los científicos nucleares soviéticos para que emigren a sus países es inquietante.

Afortunadamente hasta ahora estos problemas permanecen como riesgos manejables. El alto mando soviético y sus unidades regionales parecen tener un control razonable sobre las armas nucleares. Las unidades de fronteras del KGB, que trabajan conjuntamente con el ejército, todavía son capaces de bloquear la exportación de armas nucleares. Los científicos nucleares soviéticos son mayoritariamente rusos y judíos cultos, con un interés mínimo en vivir en regiones, relativamente primitivas y sin cultura, del Tercer Mundo. Los científicos judíos nunca ayudarían a países que quieren destruir Israel y sólo emigrarán a Occidente y a Israel. La gran mayoría de los científicos rusos preferirían emigrar a Europa occidental o a EE.UU. La administración Bush está desarrollando un plan para facilitar este proceso. El verdadero problema es que si las condiciones siguen desintegrándose, el control del ejército y el KGB sobre las armas, y el rechazo de los científicos rusos a ir al amplio mundo árabe se podrían desintegrar también. Este es un pavoroso escenario, especialmente cuando el director de la CÍA, William Welster, en enero de 1992, declaró que Irak podría reconstruir su masiva capacidad destructiva en pocos años.

En segundo lugar, la antigua Unión Soviética seguirá siendo un actor político fundamental. Ocupa aproximadamente el 40 por cien de Europa y el 40 por cien de Asia. Rusia, con sólo 145 millones de habitantes, tiene casi el doble de población que Alemania, el país que le sigue en población. Esta asombrosa masa terrestre euroasiática del país ocupa 22 millones de kilómetros cuadrados, o un sexto de la superficie terrestre. Sus países fronterizos, desde Europa del Este a Irán, Afganistán y China, no pueden sino estar sorprendidos por lo que pasa dentro de sus fronteras. Tampoco puede Oriente Próximo escapar de su impacto. La reciente guerra en el golfo Pérsico se desarrolló a sólo 600 kilómetros de la frontera soviética. Antiguos clientes, como Siria e Irak, así como importantes vecinos como Irán, se verán seriamente afectados.

 

«La antigua Unión Soviética seguirá siendo un actor político fundamental. Ocupa aproximadamente el 40% de Europa y el 40% de Asia»

 

Tercero, la economía soviética sigue siendo un importante actor potencial en los desarrollos internacionales. Históricamente, la Unión Soviética fue el principal productor de crudo, sobrepasando a Arabia Saudí con 11-12 millones de barriles al día. Si la antigua economía soviética produjese eventualmente 15-18 millones de barriles al día (como creen posible los expertos occidentales) o decayera a 3-6 millones, produciría un importante impacto en el área de los recursos. En ventas de armas, la ex Unión Soviética solía vender 10.000 millones de dólares al año, un peso fuerte en el bazar armamentístico. De nuevo sus actividades podrían tener un impacto fundamental.

Cuarto, no es sabio creer que la ex Unión Soviética está acabada, y que un fuerte Estado ruso no puede surgir en el futuro. Dados (como veremos) sus grandes activos, dicho Estado tendría invariablemente un impacto internacional fundamental.

Esto no se puede descartar, porque tanto bajo la Rusia zarista con su “Tercera Roma”, como bajo los comunistas con el “socialismo internacionalista”, la vía rusa era agudamente divergente y amenazadora para el sendero europeo y americano.

Finalmente, la ex Unión Soviética es un actor medioambiental fundamental. El daño masivo hecho al que fue territorio soviético, la amenaza de más “Chernobiles”, debido al amplio despliegue de viejos reactores nucleares, el enorme tamaño de la maquinaria industrial basada en carbón y petróleo, representan asuntos muy serios para la salud y el medio ambiente. Su impacto tanto en el antiguo territorio soviético como en el europeo, y de hecho en el mundo, no debe ser despreciado. No estamos aislados de la degradación medioambiental soviética y de otros regímenes del Tercer Mundo en nuestro medio ambiente y en asuntos como el calentamiento global de la atmósfera.

 

Periodo de caos

Vivimos ahora un período de caos en la antigua Unión Soviética, en el tránsito del viejo régimen comunista al régimen postcomunista. Debemos recordar que dichos períodos de caos no carecen de precedentes en la historia rusa. Sirven como vínculos de transición entre un régimen histórico y otro. El llamado “Tiempo de Problemas” entre 1605 y 1613, la revolución de 1905, las revoluciones de febrero y octubre de 1917 y la guerra civil rusa (1918-1920) forman los antecedentes históricos. El llamado “Tiempo de Problemas”, desde la muerte del zar Boris Godunov, hasta la coronación del zar, Miguel Romanov, fue testigo de la muerte y caída de cuatro zares, una ocupación polaca de Moscú y de levantamientos masivos en el país. Al final se impuso la dinastía Romanov, que duró tres siglos, hasta el fin del zarismo en 1917. La revolución de 1905, que sirvió de antecámara a 1917, y las dos revoluciones de 1917 terminaron con el zarismo y abrieron el camino a los 74 años de la Unión Soviética. Sin embargo, como en el “Tiempo de los Problemas”, la transición no fue pausada sino muy difícil y prolongada. Durante la guerra civil rusa murieron once millones de personas, principalmente de enfermedades, de amplias y aplastantes campañas militares, y del terror de la policía secreta que convulsionaron el país durante tres años sangrientos. Finalmente los bolcheviques triunfaron pero sólo al final de 1920, teniendo entonces además que hacer grandes concesiones a la población en el nuevo Plan Económico (1921-1928). Sólo en 1929, se asentaron en el poder los estalinistas lo suficiente como para lanzar la transformación radical de la sociedad que creó la Unión Soviética tal y como la conocemos hoy.

Por tanto, estamos de nuevo en un moderno “Tiempo de Problemas” o período revolucionario, de guerra civil, en el que las futuras líneas del nuevo régimen postcomunista, sólo son vagamente visibles. La hiperinflación (mil por cien al año), él masivo déficit presupuestario, los graves declives en la producción económica, los agudos giros de las políticas soviéticas, los levantamientos nacionalistas, la hambruna en las ciudades, el grave declive de la política exterior del país, todo hace referencia a períodos anteriores, y especialmente a 1917-1920. No todo puede verse en este momento; lo que podemos hacer es señalar las principales áreas y su posible desenvolvimiento.

 

«Estamos de nuevo en un moderno ‘Tiempo de Problemas’ o período revolucionario, de guerra civil, en el que las futuras líneas del nuevo régimen postcomunista, sólo son vagamente visibles»

 

Para muchos en Occidente, el mayor acontecimiento de los últimos años, ha sido el fin de la dirección del comunismo autoritario en la Unión Soviética y en Europa del Este y el surgir de la democracia. Pero, aunque indudablemente esto haya sido deseable, debemos ser muy cuidadosos en no confundir el fin del comunismo con el surgir de la democracia. Ha habido poca democracia en esta región en los últimos años. El mismo Mijail Gorbachov, sin quitarle mérito (y lo tenía en muchos aspectos), siempre rechazó someterse al voto popular y al final tenía un índice de popularidad que se medía con cifras de un sólo dígito. Zviad Gamsajurdia, el primer presidente electo de la república de Georgia en mayo de 1991, en enero de 1992 se encontró derrocado por una insurrección militar en Tbilisi. Boris Yeltsin, que fue democráticamente elegido como cabeza de Rusia en 1991, frecuentemente ha demostrado ser autocrático, autoritario y poco dispuesto a apoyar instituciones y valores democráticos en la vasta República Rusa. Tanto Gorbachov como Yeltsin, frecuentemente intentaron asumir poderes dictatoriales y despreciaron a la oposición democrática como irrelevante.

¿Por qué y qué significa todo esto para el futuro? Primero, simplemente no hay tradición de una cultura democrática o de participación de las masas en Rusia o la Unión Soviética. Varios cientos de años de dirección zarista represiva y autocrática se han visto sucedidos por 74 años de dirección comunista. Las culturas políticas democráticas no se crean de la noche a la mañana, sino que, como en Gran Bretaña y en Estados Unidos, maduran a lo largo de generaciones. La tradición rusa es de obediencia incuestionada al centro y al líder supremo, ya fuese el. “zar” Romanov, el “comunista” Lenin, o el “demócrata” Yeltsin.

Lo que es más, estos valores son tradicionalmente más fuertes entre la creciente, amplia y próspera clase media, en una sociedad de consumo relativamente avanzada. La coincidencia de la democracia con las sociedades industriales de consumo avanzadas en Norteamérica, Europa occidental y ahora en Japón, no es un puro accidente. Sin embargo, en Rusia hay poca clase media, en el sentido occidental, y mínimos bienes de consumo. Las encuestas colocan la primitiva economía de consumo rusa aproximadamente en el puesto 55 mundial, rezagada a un 10-20 por cien del nivel del consumidor occidental. Y hay pocas esperanzas de progreso en el futuro próximo.

 

Sobre la economía rusa

Las peculiaridades de la economía rusa y su posición en el mundo disminuyen aún más sus posibilidades de democratización. Rusia es un Estado enorme con un clima marginal, inmensas áreas de tundra y taiga, temperaturas heladas y una horda de importantes enemigos en sus fronteras. Al mismo tiempo ha carecido geográficamente de salidas naturales a las aguas calientes del mundo. Sin fronteras naturales ha sido presa de repetidas invasiones, ya fuesen de los polacos, los suecos, los alemanes o los franceses en los últimos siglos. En 1915 y 1941, en este siglo, se enfrentó a dos grandes invasiones de fuerzas alemanas que les superaban.

Este problema se ve reforzado por las probables poderosas batallas, tanto verbales como posiblemente militares, entre y con los principales Estados herederos del viejo imperio soviético conocido como la Unión Soviética. Las fronteras entre las antiguas quince repúblicas están casi todas en disputa y abiertas a posibles cambios. La relación entre la superpotencia emergente, la República Rusa, y otras repúblicas, especialmente Ucrania, es posible que se cargue de tensión. La República Rusa tiene tres veces más población y ha heredado lo principal del poder y los recursos naturales del viejo régimen. Con países como Ucrania que carecen de historia independiente, envueltos en conflictos étnicos, carentes de estructuras políticas y económicas estables pero que tienen miles de armas nucleares y más de 1.300.000 soldados, el potencial de conflicto es muy real. Y en este caso las parcas posibilidades de democracia es probable que se vean cercenadas, especialmente cuando el centralismo y la democracia son enemigos naturales.

La creación de una serie de repúblicas y provincias independientes o cuasi independientes de la antigua Unión Soviética, será prolongada y probablemente sangrienta. La función del ejército, la policía secreta y la burocracia gubernamental, generalmente antidemocráticas en sus niveles más altos, será inevitablemente importante. Simplemente mantener unidos a los nuevos Estados será un valor mejor que la democracia. Dado el masivo arsenal nuclear y convencional en manos de la antigua Unión Soviética, los valores occidentales de estabilidad y control central tendrán preferencia sobre los de democracia.

Finalmente, aplicar un régimen democrático en un país tan vasto y disperso, sin tradiciones democráticas ni normas, será enormemente difícil. Es difícil identificar a los grupos de población que se beneficiarían directamente de tal régimen. Los antiguos comunistas y los grupos autoritarios temen dicho régimen. Los sectores religiosos y nacionalistas tienen agendas sin contenido democrático. Las masas campesinas amorfas, que son alrededor de cien millones de personas, no tienen parte o interés en la democracia. Los principales entusiastas de la democracia (es interesante que aquí no lo son los jóvenes) son los altamente educados y la intelligentzia, que quieren algo más cercano a la dirección tecnocrática elitista de cuadros que al gobierno de la masa. Construir un grupo prodemocrático fuerte, ha sido un proceso que ha durado varias generaciones en el Oeste. Incluso EE.UU. estuvo gobernado por sólo un partido en sus primeros cuarenta años, y a Gran Bretaña le llevó gran parte del siglo XIX aumentar el número de los que tenían derecho a votar. Las grandes expectativas levantadas por la democracia de masas probablemente excederá los parcos logros del régimen, dañando irreparablemente la imagen democrática. Las perspectivas para la democracia en los nuevos Estados que emergen en el Este, siguen siendo débiles. Los regímenes autoritarios son mucho más probables en esas circunstancias que los regímenes democráticos.

 

«Dado el masivo arsenal nuclear y convencional en manos de la antigua Unión Soviética, los valores occidentales de estabilidad y control central tendrán preferencia sobre los de democracia»

 

También la transición a un mercado de tipo occidental, es probable que se vea cargada de dificultad y potencialmente se vea sin esperanzas de futuro. El capitalismo de tipo occidental, el modelo de las economías de mercado, surgió bajo condiciones especiales en Europa occidental y central, y en América del Norte. Rusia bajo los zares y los comunistas explícitamente rechazó la idea de seguir los ejemplos de Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos. El éxito de dichos esfuerzos occidentales, que se extendieron por lo general a lo largo de un siglo, representaban la creación de normas apropiadas, valores, culturas, estructuras e instituciones/Los países del Este asiático (Japón y los llamados Cuatro Tigres) también se desarrollaron bajo condiciones muy especiales. Estas no existen en la nueva constelación de fuerzas del antiguo territorio soviético. De hecho, nunca ha habido una transición del socialismo al capitalismo, y menos una con éxito.

Primero, la creación del capitalismo en Occidente fue, como fácilmente olvidamos, conseguida con una gran cantidad de dolor y sufrimiento. Charles Dickens dibujó escenas inmortales del siglo XIX. Las condiciones de trabajo americanas, con viviendas terribles, paga mínima, falta de sindicatos o beneficios, polución horrible, eran poco mejores.

El trabajo de Karl Marx encontró terreno fértil en el dolor del primer capitalismo, que engendró movimientos socialistas a gran escala en Alemania, Francia y otros países europeos. Dadas las grandes carencias en muchos sectores (bienes de consumo, vivienda, condiciones de trabajo, equipos de las fábricas, daño por polución), las primeras fases del desarrollo capitalista ruso es seguro que sean igualmente crudas y no mejores. De hecho, el capitalismo de estado de la masiva Rusia del período 1870-1914, ayudó a disparar la revolución de 1905 y las revoluciones gemelas de 1917. Las horrorosas condiciones de trabajo de la mayoría de la fuerza de trabajo (fábricas donde se explota al obrero y cosas peores) en gran parte de Asia oriental no augura nada bueno.

Segundo, la mayoría de la población puede ser anticomunista pero no es pro capitalista. Muchos observadores han señalado con sorpresa la extensión de la fuerte oposición que han encontrado repetidas veces a los conceptos de beneficio, riqueza, paro necesario y reciclaje. El estalinismo (y más tarde Kruchev y Breznev) enlazó efectivamente con las tradiciones comunales campesinas para destacar los valores igualitarios y otras nociones fuertemente antitéticas con el capitalismo. Riqueza y beneficio son fundamentalmente palabras sucias en Rusia y en gran parte del antiguo imperio. Hay una historia rusa que ilustra bien este punto. El campesino ruso Iván se encuentra a un genio mientras trabaja en el campo. El genio le ofrece cumplimentar un deseo. Dándose cuenta de que su vecino Dimitri tiene una vaca y que él no tiene ninguna, el genio le sugiere que quizá le gustaría que transfiriese la vaca de la granja de Dimitri a la de Iván. Pero sorprendentemente Iván lo rechaza. En su lugar, Iván le dice al genio: “No, no quiero la vaca de Dimitri. Quiero que la mates para que así los dos estemos al mismo nivel”. En pocas palabras, esto ilustra la noción rusa de que “no me importa que tú seas pobre, mientras que yo también lo sea”. Este igualitarismo popular presagia pobremente la consecución de los valores necesarios para apoyar la áspera desigualdad de riqueza, y la toma de fuertes riesgos empresariales necesarios para el éxito económico. Sigue perseverando el slogan “hacen como que nos pagan y nosotros hacemos como que trabajamos”, en una cultura de trabajo conocida por su absentismo, alcoholismo e indiferencia por la calidad de bienes civiles. Rusia y las culturas no rusas son tradicional y profundamente no occidentales en su forma y contenido.

Tercero, hay pocas referencias de éxito respecto a tales intentos. Fran­cés Fukuyama puede pensar que el avanzado modelo democrático capitalista liberal es lo único que queda, pero ha sido un fracaso en la mayoría de los países y ha sido fuertemente modificado en Asia. Sólo 25 de las 170 naciones de la Organización de las Naciones Unidas, que agrupan en el mejor de los casos quizás el 20 por cien de la población, viven en dichos países. De Varsovia a Vladivostok a través de la enorme masa terrestre euroasiática hay pocos ejemplos de éxito, aparte de los pequeños tigres de Asia.

Cuarto, los grandes países tienen especiales dificultades de modernización. El hecho de que los actuales éxitos de países capitalistas sean el pequeño Hong Kong y Singapur (2-6 millones de personas) o los modestamente poblados Corea y Taiwan no presagia nada bueno a la vasta Rusia o la gran Ucrania. Además estos países poseen un número de atributos no existentes en nuestra área de intereses. Son países asiáticos con una fuerte ética confuciana, dominados principalmente por el chino (excepto Corea) y anteriormente británicos (Singapur, Hong Kong) o colonias japonesas durante generaciones (Taiwan, Corea). Son parte del mundo occidental con fuertes lazos políticos y militares con los países anglo-americanos y con economías fuertemente dirigidas hacia el comercio. Nada de esto es aplicable a una región con 300 millones de personas y 8,5 millones de millas cuadradas, históricamente separada del Oeste. Y no hay una Alemania occidental con amplio capital capaz de afianzar al enorme antiguo enemigo del Este.

Quinto, no existe una infraestructura adecuada para el rápido desarrollo capitalista. Una fuerte red de transportes y comunicaciones es vital, especialmente en una vasta masa de tierra como esta. Pero, la posesión de coches y las buenas carreteras están en su infancia. Aeroflot deja mucho que desear y la masiva red de ferrocarriles necesita una amplia modernización. La red de telecomunicaciones requerirá enormes sumas para su puesta al día, un proceso ahora en su infancia, con la ayuda de compañías occidentales. La industria civil de informática está muy por debajo de las capacidades rusas y el alfabetismo informático es todavía bajo. Los modernos lazos tecnológicos con Occidente están todavía por debajo de lo peor que pueda encontrarse en Occidente. La mayoría de las firmas industriales y de las granjas colectivas y del Estado permanecen en manos públicas y la amplia burocracia tristemente todavía está á su mando. Hay 17 millones de burócratas, de los cuales sólo 2,5 millones dirigen el sector rural. La creación de un sistema alternativo de mercado es una tarea asombrosa, algo que se consiguió de forma gradual, a lo largo de generaciones, en Occidente.

 

Estabilidad política

La estabilidad política es una condición sine qua non para el progreso. Sin embargo, en el último año, Gorbachov ha sido expulsado junto con el líder de Georgia. Las estructuras políticas van y vienen sin un fundamento sólido. Las políticas económicas también van y vienen sin una base política firme, los cambios económicos pueden convertirse en quiméricos. La calidad del liderazgo político del equipo de Yeltsin, es claramente discutible y dudosamente podrá ser estelar.

Él legado del pasado es mortal, como demostró Chernobil. Los problemas medioambientales amenazan con ser monumentales. El nivel de polución ambiental en más de cien ciudades está muy por encima del nivel aceptable y, muchos miles de millones de dólares, necesarios para el desarrollo, serán quizá precisos para la limpieza del medio ambiente. Docenas de reactores nucleares del tipo del de Chernobil, permanecen en funcionamiento. La calidad del material soviético de vivienda es tan pobre y dilapidado como vasto. El material de transporte es igualmente vasto pero muy desfasado. Los intercambios telefónicos son, como otras muchas cosas en el país, piezas de museo. El servicio de correos, es sorprendentemente malo, con cartas que tardan dos meses en llegar a su destino desde el extranjero. El fax y las modernas telecomunicaciones son prácticamente recién llegadas al país, mientras que los ordenadores están siendo introducidos en cantidad. Todo esto requerirá dedicar amplias sumas para conseguir ser vagamente competitivos con la revolución informática del Oeste.

Finalmente, hay problemas básicos fenomenales. El rublo prácticamente no vale nada y no es convertible. No hay prácticamente leyes que aseguren el derecho de propiedad. La ley está en su infancia. La despolitización de la judicatura, dominada por el partido, no ha hecho más que comenzar. Decenas de millones de trabajadores perderán sus empleos una vez que las verdaderas fuerzas del mercado entren en juego. Se han dejado subir muchos precios pero los otros requisitos del capitalismo no existen. No se elige a los directivos por su competencia, hay pocos bancos para financiar nuevas empresas, no hay una red de relaciones de mercado libre. El déficit del presupuesto gubernamental ahora discurre por un asombroso 25 por cien del PIB, y gran parte de las divisas fuertes de las exportaciones soviéticas están hipotecadas para los próximos años. Dónde cortar el nudo gordiano es una pregunta impresionante y quizás al final inmanejable. Tratar de hacer todas estas cosas a la vez es imposible y, sin embargo, poco ocurrirá si los problemas no se resuelven gradualmente. Mientras tanto, la inversión extranjera en la vieja Unión Soviética se mantendrá al mínimo, retrasando con ello el fin de la transformación. El temor a la ira popular con precios crecientes, paro y desorden social, sólo incrementa el estorbo a las posibilidades para un pueblo que mayoritariamente quiere los frutos del capitalismo pero no el trabajo necesario para conseguirlo.

Lo fundamental de esta argumentación se ha referido a la República Rusa, en muchos sentidos el heredero de la vieja Unión Soviética. Pero es necesario hablar también de las otras catorce repúblicas, con 140 millones de personas y sus correspondientes futuros. La visión general, especialmente más allá de Ucrania y los países bálticos, es poco prometedora. Las repúblicas de Asia central se sitúan muy por detrás de Rusia, con menos de la mitad de su nivel de productividad, con un fundamentalismo religioso creciente, con una media de seis niños por familia en la mayoría de la región, con la probable influencia perniciosa de Irán y los nacionalismos locales y odios étnicos, con una amplia degradación ambiental (como el mar de Aral), el futuro aquí parece bastante difícil. Para Ucrania (véase política exterior, núm. 24) habrá numerosos problemas, que comprenden odios étnicos, degradación ambiental, inestabilidad política, infraestructura débil, formaciones de partidos débiles, luchas en asuntos militares y de seguridad, disputas de fronteras y un liderazgo político débil. Puesto todo junto, esto no augura nada bueno. Las pequeñas repúblicas bálticas del Norte pueden que lo hagan un poco mejor, más cercanas a Europa y lejos del Cáucaso y del Oriente Próximo. Sin embargo, encontrarán también a la Comunidad Europea poco interesada en su destino y el sendero hacia el capitalismo democrático será largo y prolongado. A la larga, es poco probable que ninguna de las repúblicas se convierta en un Singapur o Taiwan en las próximas dos décadas.

 

«Los logros muy pobres de ineficiencia económica e inestabilidad política en la mayor parte del mundo no occidental, refuerza la impresión general de un débil futuro a corto plazo para las repúblicas de la antigua Unión Soviética»

 

Obviamente, los logros muy pobres de ineficiencia económica e inestabilidad política en la mayor parte del mundo no occidental, refuerza la impresión general de un débil futuro a corto plazo para las repúblicas de la antigua Unión Soviética. Pero, qué pasará a más largo plazo, dentro de cinco a diez años. ¿Hay esperanzas? Fundamentalmente sí. Hay una serie de factores que pueden característicamente mejorar el resultado de estas repúblicas. Tienen grandes recursos en educación, con el segundo mejor estabüshment científico (capaces de hacer del país una superpotencia militar), varios millones de ingenieros y veinte millones de personas con educación universitaria. En el siglo XXI, donde el conocimiento será la llave, este es un gran recurso. De forma similar, la antigua Unión Soviética tiene enormes recursos naturales. Actualmente produce nueve millones de barriles diarios. Rusia podría producir, de acuerdo con varias estimaciones, de 15 a 18 millones de barriles con moderna tecnología occidental y métodos de recuperación. También, el país tiene enormes recursos naturales, desde gas natural a energía hidroeléctrica. Occidente, por diversas razones, ayudará a los nuevos regímenes e “inyectará” dinero y asesoría tecnológica, aunque sea poca para ser decisivo. Finalmente, hay un amplio mercado interno de trescientos millones de personas, cerca de la Europa del Este que se moderniza y con una demanda creciente (pero sin dinero). Con suerte, una subida de los precios mundiales de mercancías, alguna estabilidad política y algún progreso serio, podría alcanzarse para el año 2000. Estará muy por detrás de Europa occidental pero estará mucho mejor que hoy.

El corto plazo es probable que sea peligroso, incluso desastroso. Pero un progreso menor que cree estabilidad política y progreso económico será bienvenido. El largo plazo es algo más esperanzados La pregunta fundamental es si los regímenes podrán hacer la transición a corto plazo alejándose del comunismo y sentando una base para un futuro más brillante. Por ahora, esto está lejos de ser seguro. Acabamos el siglo pasado enredados con desastres, esperemos que este triste recuerdo no se repita una vez más en amplias áreas al Este de Europa oriental. Nuestro propio futuro puede depender, en parte, del desenlace de los sucesos en lugares lejajnos y remotos de nosotros, en ciudades y regiones de las que sólo teníamos una vaga referencia. Este es, por tanto, el legado del fin de la guerra fría, haber hecho del mundo mucho más un escenario global.