El deporte y la inmigración son dos temas sobre los que la Unión Europea, como institución política, no es capaz de ejercer una verdadera fuerza vinculante y estructurante en las políticas públicas nacionales. A pesar del creciente reconocimiento por parte de las instituciones europeas del deporte como herramienta de política pública, su función social solo es objeto de recomendaciones o incentivos por medio de convocatorias de proyectos, pero no existe un marco político vinculante a escala europea. Esta ausencia contrasta en gran medida con el aparente consenso existente sobre el valor social añadido del deporte en la acogida de los inmigrantes y la lucha contra el racismo. Pero esta paradoja puede explicarse fácilmente por el hecho de que la propia cuestión migratoria está atravesada por grandes diferencias ideológicas. En otras palabras, aunque el desafío de la inmigración es especialmente divisivo tanto en el plano nacional como en el europeo, el mero hecho de introducir el deporte parece producir un efecto despolitizador que logra un consenso sobre los beneficios evidentes de hacer de él una herramienta para la acogida. Por ello, es importante cruzar la cortina de humo y poner de manifiesto la existencia de divisiones ideológicas en el uso del deporte destinado a los inmigrantes.
Las creencias como cortina de humo para la política
Antes de identificar e ilustrar lo que hemos denominado filosofías políticas en la acogida de los inmigrantes por medio del deporte, es útil comprender el origen y los efectos del consenso sobre las virtudes sociales de este. El nacimiento del deporte moderno a finales del siglo XIX se dio en el marco de instituciones que politizaron en gran medida las prácticas deportivas. En Francia, en particular, algunas federaciones deportivas se estructuraron en torno a afinidades políticas o religiosas a las que el deporte estaba explícitamente vinculado. Igual que estos movimientos de afinidad, que todavía hoy existen en Francia, el nacimiento del movimiento olímpico bajo el liderazgo de Coubertin también estuvo motivado por aspiraciones ideológicas conservadoras. Sin embargo, durante la primera parte del siglo XX, este mismo modelo olímpico y competitivo favoreció la aparición de prácticas deportivas especializadas en una sola disciplina. De este modo, se desarrollaron dos modelos diferentes: por un lado, las federaciones por afinidad, que ponían las prácticas al servicio de cuestiones sociales, políticas o confesionales y, por otro, las federaciones por disciplinas, que presentaban la competición deportiva como un modelo universal, por encima de las divisiones políticas, religiosas y sociales. Este segundo modelo, concebido voluntariamente para unir a las personas, ha ido ganando el apoyo del Estado francés y también se ha extendido a varios países europeos al vincularse al modelo del club asociativo de ámbito local.
Esta historia esbozada (demasiado) rápidamente nos permite comprender la existencia actual de una representación del deporte como sector apolítico. Aunque frecuentemente contradicha por las muchas instrumentalizaciones políticas y geopolíticas del deporte, esta representación permanece firme y profundamente arraigada en categorías comunes de pensamiento.
Hasta tal punto es así que todos los usos actuales del deporte destinados a colectivos vulnerables (inmigrantes, parados de larga duración, jóvenes puestos a disposición judicial, mujeres víctimas de la violencia sexual y de género, presos, etc.) y en el marco de las políticas públicas, nunca se han entendido desde una perspectiva política. Impulsados por la evidencia y la naturalización de los beneficios sociales del deporte, los diseñadores y los participantes de estos programas se comprometen con temas eminentemente políticos, sin cuestionar nunca el tratamiento político a cuyo servicio ponen el deporte. Así, algunos de ellos se ven a veces inducidos a poner el deporte al servicio de un esquema político completamente opuesto a los principios ideológicos que reivindican explícitamente. Por eso mismo, el análisis de los fundamentos políticos de los usos del deporte puede constituir un verdadero programa sociológico que permita distinguir las diferentes filosofías políticas de los usos del deporte con vocación social, pero también resaltar los patrones políticos que se interiorizan profundamente y se retraducen inconscientemente en estas propuestas de actividades deportivas para los más vulnerables. Hemos aplicado este programa de investigación a las prácticas de acogida de inmigrantes a través del deporte y en el apartado siguiente mostramos las líneas generales de los resultados obtenidos.
Las políticas de acogida de inmigrantes a través del deporte y sus diferencias
Estos resultados se basan principalmente en una tesis doctoral defendida en 2023 por Julien Puech y que codirigí tras un trabajo similar sobre los desempleados de larga duración, por un lado, y los jóvenes delincuentes, por otro. Parte de este trabajo consistió en identificar cerca de 250 programas europeos de acogida y caracterizarlos en función de sus objetivos, las disciplinas deportivas favorecidas, la temporalidad del programa o incluso el país de ejecución. Además del planteamiento común descrito como acogida de inmigrantes a través del deporte, un tratamiento cualitativo y cuantitativo de este corpus ha permitido distinguir tres modelos de programas clasificados según su finalidad política. De este modo, hemos diferenciado las filosofías políticas de integración, protección y emancipación.
La integración se refiere a todos los programas que utilizan el deporte para facilitar la integración de los inmigrantes en la sociedad de acogida. Así, el aprendizaje del idioma, el conocimiento de la cultura nacional, el desarrollo de competencias profesionales o la mejora y actualización de los certificados en el marco de los programas deportivos son objetivos que pueden agruparse en esta primera categoría. Se asocia, lógicamente, a disciplinas que se practican ampliamente en el país anfitrión y con las que los inmigrantes participantes están a veces poco familiarizados.
«Dentro del planteamiento común descrito como acogida de inmigrantes a través del deporte, se pueden distinguir tres modelos de programas clasificados según su finalidad política: de integración, protección y emancipación»
La segunda filosofía política identificada es la de la protección, que consiste en poner el deporte al servicio de un enfoque de asistencia a los inmigrantes. Parte del principio según el cual estos últimos han sufrido heridas o traumas relacionados con los motivos del exilio, o incluso con el propio viaje migratorio. Las disciplinas privilegiadas se conciben entonces teniendo en cuenta esta lógica del cuidado y la protección. Por ejemplo, el programa desarrollado por los alumnos del Máster DISC (Desarrollo – Integración – Deporte – Cultura) de la Universidad de Rennes 2 (Francia) se estructura en torno a la natación y las actividades náuticas con el objetivo de trabajar la relación con el agua de los menores inmigrantes que han cruzado el Mediterráneo. Aquí, si el tratamiento afecta principalmente a un trauma psicológico, el uso del deporte también tiene como objetivo invertir la relación de miedo y coacción con la sociedad de acogida y el territorio del país. Con este objetivo, los jóvenes inmigrantes finalizan el programa regresando a las costas del Mediterráneo como parte de una estancia en la que las actividades náuticas se convierten en una oportunidad para una relación más libre y plena con el agua, el espacio y uno mismo.
Por último, la tercera filosofía política es la del desarrollo y afecta a todos los programas que tienen el deporte como finalidad propia. Se basa en la convicción de que las actividades deportivas constituyen un conjunto de prácticas culturales a las que todos deben tener acceso y cuyo interés principal es permitir un desarrollo significativo, sin que se ajuste a un propósito social o psicológico. En este contexto, la elección de las disciplinas no tiene mucha importancia y se basa principalmente en los deseos expresados por los participantes. Por ello estos programas se convierten, en ocasiones, en el soporte para la difusión cultural de las prácticas deportivas. En Francia, por ejemplo, se observan focos de aparición y desarrollo del críquet, importados por jóvenes afganos que han llegado al norte del país después de haberse exiliado y a los que las asociaciones han ofrecido el acceso a un deporte que han aprovechado para dedicarse a una práctica cultural que les resulta verdaderamente familiar.
La amplia categoría política conocida como «acogida de inmigrantes a través del deporte» abarca así un conjunto caracterizado por contrastes e incluso tensiones cuando se estudia desde el punto de vista del análisis político. Las tres lógicas extraídas del análisis son resultados científicos, pero también pueden ponerse al servicio de los responsables, de los profesionales implicados en asociaciones o de los participantes. De hecho, puede ser útil alejarse de las representaciones implícitas del deporte como una actividad apolítica e inevitablemente beneficiosa y examinar más de cerca el tratamiento político al que se supedita.
También pueden servir para verificar la existencia de una lógica política dominante a escala europea o nacional. ¿Contribuyen las recomendaciones de las instituciones europeas a los Estados a homogeneizar la acogida de inmigrantes a través del deporte? O por el contrario, ¿las especificidades culturales e institucionales de los Estados siguen configurando las políticas migratorias nacionales? Esta cuestión fue abordada en el marco de este mismo trabajo y fue objeto de un artículo publicado en 2023 por Julien Puech, François Le Yondre y Jane Freedman, en el Journal of International Migration and Integration. En él se pone de relieve la clara primacía de una lógica de integración en Alemania, de desarrollo en Italia y de protección en Inglaterra. El caso francés, en cambio, tiene la particularidad de incluir muchos programas que se inscriben en las tres lógicas políticas, mientras que Francia se asocia tradicionalmente con un modelo asimilacionista de integración. Esto puede explicarse tanto por la ausencia de un marco nacional para la acogida de inmigrantes a través del deporte (a diferencia del caso alemán, donde la financiación pública orienta fundamentalmente el trabajo de las asociaciones) como por la diversidad de fuentes de financiación.
Luchas contra el racismo o superar las políticas comportamentales
La amplia categoría política conocida como «acogida de los inmigrantes a través del deporte» abarca, por tanto, un conjunto atravesado por diferencias e incluso tensiones cuando se considera desde el punto de vista del análisis político. Sin embargo, más allá de estas diferencias latentes, estas tres grandes categorías de objetivos políticos tienen algo en común, en la medida en que agrupan enfoques que hacen del deporte una herramienta para intervenir en el individuo. Ya sea que lo transformen (integración), lo cuiden o lo desarrollen, las políticas de acogida a través del deporte ilustran un paradigma que es transversal en Europa y que la ciencia política en Francia califica de conductual. En términos generales, el tratamiento de los problemas sociales en Europa consiste en incidir en el individuo más que en las causas estructurales. En este sentido, es útil dar un breve rodeo para analizar los usos del deporte para otros públicos.
«Las actividades deportivas dirigidas a las poblaciones inmigrantes, en particular a aquellas a las que se pretende transformar (en el ámbito cultural, lingüístico o profesional), se basan en la idea de que la dificultad para integrarse puede atribuirse a diferencias o defectos que deben corregirse»
El primer ejemplo puede ser el de la integración profesional de los desempleados a través del deporte. A pesar de que los factores macroeconómicos pesan sobre todo en las poblaciones con menos estudios y de clases bajas, y a pesar de la existencia de datos objetivos sobre estos elementos determinantes, el fin principal de los usos del deporte es contrarrestar la complacencia de los desempleados en la inactividad profesional. Así, el deporte tendría un efecto de corrección moral que nos permitiría recuperar la capacidad de comprometernos, de esforzarnos y de no dejarnos llevar. Del mismo modo, las políticas sanitarias que tienen como objetivo luchar contra la obesidad instan constantemente a la población a practicar deporte para no ceder a las conductas que la originan. Sin embargo, también en este caso, muchos estudios muestran el carácter determinado sociológicamente de una patología que afecta sobre todo a las categorías sociales más pobres y que es el principal objetivo de una industria alimentaria a la que rara vez se condena. Si bien el requerimiento de hacer ejercicio para estar sano parece necesariamente bueno, también tiene el efecto de eclipsar las causas estructurales y económicas de los problemas sociales (como el desempleo o la delincuencia) y los problemas de salud como la obesidad. Del mismo modo, la mayoría de las propuestas de actividades deportivas que se hacen a los desempleados consisten en actuar sobre la buena voluntad de los individuos mucho más que sobre los factores que las determinan.
Estos dos ejemplos ilustran la fuerte tendencia de las políticas conductuales en Europa, pero también explican el éxito actual del deporte como herramienta de intervención social. Este aparece como un medio para poner en marcha esta lógica conductual activando la responsabilidad individual al tiempo que la asocia con la naturaleza beneficiosa del deporte tal como se representa. Entender la fuerza de esta tendencia parece fundamental para reflexionar sobre el uso del deporte entre los inmigrantes y en la lucha contra el racismo del que son víctimas habitualmente. De hecho, la propuesta de actividades deportivas dirigidas a las poblaciones inmigrantes, en particular a aquellas a las que se pretende transformar (en el ámbito cultural, lingüístico o profesional), también puede estar motivada por una benevolencia sincera, pero sin embargo se basa en la idea de que la dificultad para integrarse puede atribuirse a diferencias o defectos que deben corregirse. No obstante, es razonable pensar que el racismo puede explicarse sobre todo por las representaciones de los miembros de la sociedad de acogida y que el trabajo preventivo podría centrarse en este instrumento. Cuando el deporte se pone al servicio de las políticas conductuales, incidiendo solo en el impulso individual, pasa por alto esta dimensión sistémica del racismo e incluso puede reforzar la idea cuestionable de que la diferencia cultural debe ser objeto de una forma de suavización o ajuste.
Sin embargo, hay que señalar, para concluir, que hay programas de acogida de inmigrantes a través del deporte que implican la participación de deportistas no inmigrantes. Algunas de las asociaciones que los ponen en práctica reivindican explícitamente el objetivo de centrarse en las representaciones de los inmigrantes, las razones de la inmigración y las rutas del exilio. Al hacerlo, se alejan del hecho evidente de que el deporte debe transformar a los inmigrantes para facilitar su integración y poner el deporte al servicio de un planteamiento que tenga en cuenta la naturaleza a la vez interactiva y sistémica del racismo.
En conclusión, saber identificar las condiciones de los efectos del deporte
Cualquiera que sea la opción política elegida entre las aquí presentadas y los objetivos que se atribuyen a la práctica del deporte por parte de los inmigrantes, este asunto debe vincularse a una cuestión igualmente importante, que es la de las condiciones necesarias para conseguir los efectos deseados. Si aceptamos que el deporte no produce de forma natural y sistemática efectos positivos en la situación de los inmigrantes y en las representaciones de las que son objeto, entonces es importante cuestionar las condiciones que deben aplicarse. Ni que decir tiene, por ejemplo, que los deportes de combate no pueden practicarse de la misma manera en función de los objetivos establecidos y de los perfiles de quienes los practican. Si, por ejemplo, se trata de reestablecer una relación más equilibrada y menos temerosa con los hombres entre las mujeres que han sufrido violencia machista en su país de origen o durante el viaje migratorio, es evidente que las condiciones adecuadas para practicarlo serán diferentes de las que se fomentarán para los hombres jóvenes que han participado en la violencia en el contexto de conflictos étnicos desde la infancia. Sin embargo, hay que reconocer que, hasta la fecha, el conocimiento de los efectos producidos por las múltiples condiciones de la práctica sigue siendo escaso y que corresponde a los investigadores de las humanidades y las ciencias sociales profundizar en él para ponerlo al servicio de los actores involucrados. Esta perspectiva es, sin duda, el principal reto de este sector que, en Francia, se estructura en torno a un nombre: “sociodeporte”. Por último, da por sentada una estrecha colaboración entre la investigación, las políticas públicas implicadas y el tejido asociativo que desarrolla iniciativas en este sector.