El callejón sin salida en la política interna, los acontecimientos en los países vecinos y los desafíos en materia de seguridad marcan el futuro de Turquía.
El año 2015 se recordará en la vida política turca como un año de transición. Recep Tayyip Erdogan, que se convirtió en agosto de 2014 en el primer presidente de la República elegido por sufragio universal, participó personalmente en la campaña de las legislativas del 7 de junio de 2015 para obtener los medios necesarios y emprender una revisión constitucional para instaurar un régimen hiperpresidencialista. Al fracasar, decidió celebrar unas nuevas elecciones el 1 de noviembre, esperando así borrar las pérdidas del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Estos acontecimientos políticos fuera de lo común se desarrollan con un trasfondo de guerra en Siria y de una importante ofensiva del ejército turco contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), la organización militar kurda. A día de hoy, el resultado de las elecciones es incierto, y Turquía vive en una situación de incertidumbre económica y política perjudicial.
Tras las elecciones de junio de 2015, podemos decir que Turquía se ha visto atrapada entre dos legitimidades democráticas: la de un presidente elegido por sufragio universal directo con el 52% de los votos y la de un Parlamento en el que su partido de origen, el AKP, ha perdido por primera vez en 12 años su capacidad para gobernar solo. Este resultado no solo ha complicado considerablemente la formación de un gobierno viable, sino que también ha puesto fin a las ambiciones del presidente de aprobar una reforma constitucional que instaurase un régimen hiperpresidencialista. Las elecciones legislativas, en las que el presidente hizo campaña (en contra de la Constitución, que normalmente le atribuye un papel por encima de los partidos políticos), supusieron, por…