En este comienzo de año no será inútil señalar algunos problemas apremiantes para España y para la Unión Europea. En primer lugar, vivimos en estas semanas la reelección de Barack Obama: no por gran margen, pero más que suficiente en años de durísima crisis. El presidente se hereda a sí mismo. En un momento propicio para los republicanos, Mitt Romney ha sido derrotado. De aquí a 2016 el presidente Obama hará frente al problema interminable de la Sanidad, elegido como bandera de su doble mandato: bandera interior, vinculada al precipicio fiscal, a cuyo borde se encuentra la administración federal. El entendimiento entre Obama y John Boehner, portavoz de la Cámara de Representantes, es hoy indispensable. Para Obama este megaproblema solo es superado por el cambio climático.
En el exterior, la relación Estados Unidos-China dominará el Pacífico y el planeta. Estas son cosas sabidas pero al resumirlas juntas cobran otro significado. Previsiblemente el conflicto latente entre la República Popular, el imperio japonés y Filipinas seguirá agravándose. Salida de Hu Jintao y de su discutido primer ministro Wen Jiabao. Desembarco de Xi Jinping. No es el único espacio de duda. Xi ha sido elegido presidente por el Congreso Nacional del Pueblo. Qué haya detrás de esa designación es algo que quizá aclaren estos 10 años.
La inestabilidad podrá agudizarse con la salida incompleta de las fuerzas expedicionarias americanas en Afganistán. Más al oeste surgen riesgos nuevos en Irán y Siria. Al oeste aún, la relación entre israelíes y palestinos entra en su año número 64. No parece que pueda empeorar la situación en Gaza. Hamás, el Likud, las 3.000 nuevas viviendas en asentamientos próximos a Jerusalén, la autoridad maltrecha de Mahmud Abbas, que logra sin embargo el ingreso de Palestina como Estado observador de las Naciones Unidas. Y más al oeste aún,…