Tres días después de las elecciones del 11 de septiembre, la primera ministra sueca y líder del Partido Socialdemócrata, Magdalena Andersson, reconoció la derrota y presentó su dimisión. El conglomerado de partidos conservadores ha superado en tres escaños al bloque de partidos progresistas. Han pesado la inflación, las cicatrices económicas del Covid y la inmigración, en una sociedad en la que, en palabras de Andersson “la segregación es tan fuerte que existen dos sociedades paralelas”.
Las miradas, dentro y fuera de Suecia, están fijadas en el segundo partido más votado: el ultraderechista DS liderado por Jimmie Akesson, que ha alcanzado el 20,5% de los votos. Se trata del mejor resultado desde su nacimiento en 1988 y tras un largo viaje de moderación.
Los orígenes del DS tenían claros vínculos con el supremacismo blanco y los movimientos neonazis. Pero la llegada de Akesson en 2005 inició un proceso de…