El cronometro para un temido invierno con bajas temperaturas y cortes en el suministro energético no se detiene. El paisaje europeo incorpora además costosísimas facturas de electricidad y gas, imposibles de pagar para muchos negocios y hogares. Ante este panorama, la unidad de acción de los europeos para evitar lo peor es indispensable, pero complicada.
El plan ruso es conocido. Utilizar la exportación de gas como arma económica para desestabilizar a los países europeos. La reducción del suministro y el eventual cierre total del grifo tienen un componente explosivo para Bruselas y los Veintisiete. La inflación está disparada, el malestar social crece y la desestabilización política ensombrece el horizonte, con formaciones populistas preparadas para pescar en las aguas de este río revuelto.
Los precios de la electricidad están disparados porque están conectados con el precio del gas, con independencia de que esta energía sea producida gracias a este u otras…