La crisis entre la Unión Europea y Bielorrusia desatada en las últimas semanas ha vuelto a recordar a los líderes europeos el complicado vecindario con el que habitan en el flanco oriental. El nudo gordiano para que la UE saque músculo diplomático con Rusia –y de forma indirecta con Bielorrusia, aliado del Kremlin– continúa sin resolverse: la dependencia energética de Rusia.
La política europea hacia Rusia continúa cautiva de la construcción de un gasoducto que transportará gas ruso a Alemania atravesando el mar Báltico. Con un 95% de su construcción completada –nos encontramos en “fase de pruebas”, dicen desde Gazprom– Nord Stream 2 continúa su cauce, a pesar de todo lo sucedido desde que naciera a finales de los años 90. En 2006, el entonces ministro de Defensa de Polonia, Radoslaw Sikorski, comparó este proyecto energético con el pacto de no agresión de 1939 firmado por la Alemania nazi y…