Mientras la pandemia devora el tiempo de gestión de los líderes europeos, otros asuntos de la agenda exterior demandan su atención. Algunos acontecimientos recientes en Turquía, tanto en su política interna como económica y exterior, han propiciado un debate en las cancillerías europeas y las instituciones de la Unión Europea sobre un posible cambio de estrategia en las relaciones con la República.
El alto representante para la Política Exterior, Josep Borrell, junto con otros departamentos de la Comisión, han preparado un informe que debería orientar a los líderes de la UE sobre un posible cambio de rumbo. Hay cierto optimismo en los últimos movimientos del presidente Recep Tayyip Erdogan y los avances en la desescalada en el mar Mediterráneo, pero la situación sigue siendo sumamente frágil. Otros acontecimientos más preocupantes que erosionan la democracia turca complican un acercamiento.
En los últimos años, Turquía ha pasado de ser un eterno candidato para la entrada en la UE –solicitó formalmente el acceso en 1987– a un dolor de cabeza de primer orden para la política exterior europea. El punto álgido de la reciente tensión entre ambos se remonta a 2020, en relación a una crisis política y militar en el flanco este…