Identificado desde hace tiempo como un conflicto hibernado, el de Ucrania registra desde principios de 2021 un aumento de la tensión en la zona oriental del Donbás, con enfrentamientos cada vez más frecuentes entre las fuerzas gubernamentales de Kiev y las de los rebeldes de las autodenominadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, con el visible (aunque siempre negado) apoyo de Moscú. Ni los Acuerdos de Minsk –de septiembre de 2014 y febrero de 2015–, ni la veintena de incumplidos acuerdos para el cese de las hostilidades –el último el 27 de julio– han evitado que se contabilicen ya más de 14.000 víctimas mortales desde 2014.
Desde principios de año se ha recrudecido el panorama bélico, con frecuentes intercambios de disparos y fuego de artillería que provocan la muerte de civiles y soldados ucranianos a lo largo de los 427 kilómetros de la denominada línea de contacto. En ese contexto cobra más relevancia el creciente despliegue de tropas rusas en su propio territorio, a lo largo de la frontera común, y la entrada de refuerzos en la anexionada Crimea, a través del puente construido en el estrecho de Kerch. El alto mando militar ucraniano estima que hay unos 28 grupos…