La Comisión Europea presentó el 21 de abril su esperada propuesta para regular la inteligencia artificial, una de las innovaciones tecnológicas más prometedoras, pero también una de las herramientas que más desafíos despierta para asegurar que su uso esté sometido al interés general. La UE es el primer actor mundial de peso que ha comenzado su regulación y aspira a marcar la pauta al resto.
La tecnología es a menudo sinónimo de progreso. Facilita soluciones y nuevas formas de trabajar y vivir que impulsan la eficacia y la productividad. A veces simplemente un grato confort en el uso privado. Pero las innovaciones tecnológicas también tienen su cara B. En las manos equivocadas, o sin la supervisión de los poderes públicos que deben velar por el interés general, pueden provocar grandes desafíos para los valores éticos.
La inteligencia artificial es una tecnología puntera de la que se habla mucho en los últimos años. Su potencial es enorme porque puede permitir optimizar los procesos y mejorar los resultados en campos tan distintos como las finanzas, la medicina, los servicios de atención al cliente, la música, la aviación o las ciencias de la computación, entre muchos otros. La expansión de su uso despierta…