No hay constancia de que Bachar el Asad haya escuchado el discurso de recepción del premio Príncipe de Asturias de 1987, en el que el laureado Camilo José Cela volvió a remachar con notable sorna aquello de “quien resiste, gana”. Pero es obvio que el dictador sirio es uno de los mejores ejemplos actuales de resistencia ante las adversidades que han puesto en peligro su mantenimiento en el poder, heredado de su padre en 2000. Y ahora la decisión adoptada el 7 de mayo por los ministros de Asuntos Exteriores de los 21 países de la Liga Árabe, aceptando el reingreso de Siria en la organización, de la que fue expulsado en 2011, es el último paso para confirmar su victoria.
Para llegar hasta aquí no ha dudado en masacrar y torturar a su propia población, respondiendo con violencia contra una ciudadanía agotada de esperar que su aparente perfil reformista…