Las respuestas desde la región no se han hecho esperar, con el primer ministro senegalés, Ousmane Sonko, tomando la delantera al declarar que Francia no tiene ni la capacidad ni la legitimidad para garantizar la seguridad y la soberanía de los africanos. Otros mandatarios han tildado a Francia de arrogante.
El deterioro de la relación se ha acelerado vertiginosamente en estos últimos años. Tras las decisiones de las nuevas juntas militares golpistas de Burkina Faso, Malí y Níger, a finales del pasado año los gobernantes de Chad, Senegal y Costa de Marfil han enseñado también la puerta de salida a Francia. Si hace apenas cinco años Francia tenía unos 10.000 efectivos militares desplegados en África, en el mejor de los casos a finales de este año solo mantendrá presencia militar en Gabón (350 efectivos) y Yibuti (1.500 efectivos), dos estados con los que Occidente en general mantiene buenas relaciones.
Los errores acumulados han tenido un coste directo de los que ahora otros se están aprovechando. principalmente China y Rusia pero también otras potencias como Turquía e India. Los militares que han protagonizado los golpes de Estado en Uagadugú, Bamako y Niamey se esfuerzan por desembarazarse de la antigua metrópoli francesa, con un renovado discurso panafricanista que encuentra buena acogida entre sus poblaciones.
Mientras Estados Unidos y los miembros de la Unión Europea han optado tradicionalmente por un bajo perfil en la zona, se tiende a pasar por alto los errores de una política francesa que ha puesto la estabilidad a toda costa (incluyendo el apoyo a gobernantes ilegítimos) por delante del bienestar de las poblaciones locales. Este enfoque ha ofrecido tanto a Pekín como a Moscú una evidente oportunidad para mejorar sus posiciones en el continente.
Por lo que respecta a Rusia es bien conocida la presencia en esos…