En el fondo, ya hace tiempo que se habían creado las condiciones para una decisión de esa naturaleza, resultado de los crecientes desencuentros entre las autoridades de París y Bamako. Antes de los dos golpes de Estado sufridos por Malí en agosto de 2020 y mayo de 2021, las diferencias sobre cómo responder a la amenaza de actores como el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (JNIM), ligado a Al Qaeda en el Magreb Islámico, y la rama local de Dáesh, conocida como Estado Islámico del Gran Sahara (EIGS), ya habían deteriorado la relación.
Por un lado, la Junta Militar, con el coronel Assimi Goïta a la cabeza, resulta un interlocutor en exceso incómodo por su nula legitimidad política, con decisiones tan criticadas como la de retrasar cinco años la convocatoria de nuevas elecciones. Además, ha mostrado una clara voluntad de romper lazos con su antigua metrópoli,…