Durante los últimos 46 años España ha procurado mantenerse en una posición oficial de neutralidad con respecto a la resolución del conflicto del Sáhara Occidental, aferrada a un plan de Naciones Unidas de muy improbable materialización. Desde hace tiempo se sabía que el asunto era cada vez más incómodo para los sucesivos gobiernos españoles, inclinados crecientemente hacia la postura soberanista de Marruecos. Ahora, con unas formas que resultan difíciles de justificar entre gobiernos fiables, la carta del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, a Mohamed VI, filtrada en parte inicialmente por Rabat, supone un giro inaceptable para buena parte de una sociedad española en su mayoría prosaharaui.
Entre las razones que pueden haber provocado este cambio de política hay que destacar, en primer lugar, el deseo del gobierno de no quedarse solo en la defensa de una posición que muchos otros –Washington, París, Berlín– ya habían abandonado hace…