Fue Estados Unidos el que, buscando resultados inmediatos en Irak en 2003, le puso nombre –“conmoción y pavor”–, pero Vladímir Putin ha demostrado ser un aventajado alumno desde sus comienzos en la segunda guerra de Chechenia (1999-2009). Ahora, cuando su plan A –control territorial del Donbás y derribo de Volodímir Zelenski en una guerra relámpago– no le ha salido como pensaba, Putin vuelve a las andadas, sin que ningún impedimento legal o ético parezca capaz de detenerlo.
La doctrina busca aplastar al país atacado hasta lograr su rendición total empleando una fuerza abrumadora. Para ello resulta fundamental masacrar de manera indiscriminada a la población civil, en abierto desprecio al Derecho Internacional Humanitario, haciéndole sentir que cualquier resistencia está condenada al fracaso.
Además de seguir tratando de derrotar a quien se le opone en el campo de batalla, esto incluye destruir las infraestructuras físicas que permiten el desarrollo de la vida…