La primera cumbre Rusia-África, celebrada en Sochi en octubre de 2019, se prolongó durante cuatro días, en comparación a los dos a los que se ha reducido la reunión de 2023. Si en aquella ocasión Putin logró reunir a 43 jefes de Estado y de gobierno africanos (de un total de 54 posibles), ahora tan solo ha contado con la presencia de 17 jefes de Estado y 10 primeros ministros, quedando el resto de las delegaciones en manos de ministros y embajadores. Una imagen que Moscú ha tratado de justificar como el resultado de la presión occidental (sobre todo de Estados Unidos y de Francia) sobre los mandatarios africanos para que dieran plantón a Putin.
Sin descartar que algunos gobiernos africanos hayan respondido a dichas presiones, cabe entender que en sus decisiones ha tenido mucho más peso la toxicidad que Rusia emana actualmente, como país que viola abiertamente el Derecho Internacional…