La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca genera especial incertidumbre entre los líderes de la UE. La reelección del expresidente estadounidense, cuya investidura está prevista para el 20 de enero, implica un serio viraje en la política exterior de Estados Unidos, cuyas ramificaciones prometen influir especialmente a este lado del Atlántico.
Con un discurso proteccionista y ferozmente crítico hacia el multilateralismo, Trump amenaza con debilitar la cohesión transatlántica en un momento especialmente delicado para Occidente. La influencia de los aliados pierde fuelle ante la pujanza china, al tiempo que la seguridad, especialmente la europea, tiene todas las alertas encendidas ante el expansionismo ruso.
Genera especial preocupación el escepticismo del magnate sobre la OTAN. Su presión para que los aliados aumenten el gasto en defensa se da por descontado. Dicha petición se considera razonable por la mayoría de las capitales, aunque el actual clima económico no rema a favor. Mas inquietud genera la salida abrupta de la alianza por parte de Estados Unidos, un escenario poco probable pero no imposible.
La promesa de Trump de lograr la paz en Ucrania en 24 horas genera también serias dudas. Si bien la presión para que Rusia y Ucrania se sienten a negociar tras más de dos años de guerra es bienvenida, se teme que Washington facilite un acuerdo en los términos del Kremlin. La petición de envío de fuerzas militares europeas a Ucrania para garantizar un acuerdo de paz supondría un gran desafío para la unidad de la UE. La verdadera garantía pasa la involucración de Estados Unidos.
El actual clima será propicio para un acercamiento entre Londres y Bruselas. Ante la necesidad de reforzar las capacidades defensivas y militares, tanto Reino Unido como la UE tienen grandes incentivos para limar asperezas. Es sintomática la invitación cursada hacia el primer ministro…