Solo en 2020, China registró ante la International Telecommunications Union, 13.000 nuevos satélites de internet. Cuando en 2017 SpaceX, que hoy vale en bolsa 350.000 millones de dólares, lanzó el Falcon-9, su cohete ligero reutilizable, muchos analistas supusieron que nadie confiaría en un modo low-cost de poner satélites en órbita. Se equivocaron.
En 2022 SpaceX lanzó de media un satélite a la semana desde California o Florida, con lo que cambió las reglas de juego en el espacio exterior casi de un día para otro. En enero de 2024, el Falcon-9 despegó del Kennedy Space Center de Florida con 49 satélites de Starlink y nueve minutos después amerizó cerca de las Bahamas tras completar su cuarto vuelo con una carga útil de 13 toneladas.
Musk tiene permiso para operar hasta 12.000, un número que quiere llevar por encima de los 40.000 para construir un sistema capaz de observar en tiempo real cualquier rincón de la superficie terrestre y captar sus imágenes en alta definición.
Starlink ya ofrece sus servicios a medio centenar de países y territorios a los que envía señales de internet de alta velocidad (100 megabits por segundo), lo que hace sus servicios especialmente valiosos en zonas remotas o en guerra y para aerolíneas y líneas de cruceros que buscan mejorar sus conexiones a la red.
En Ucrania, sin la ayuda de sus satélites y antenas terrestres, su ejército no podría coordinar ataques con drones y artillería, recoger información visual sobre el terreno o corregir la trayectoria de sus misiles en pleno vuelo.
Su papel en los campos de batalla ucranianos, ha subrayado la importancia de las “megaconstelaciones” en las estrategias de defensa de las grandes potencias, sobre todo en las de China, que desde 1995 ha multiplicado por 10 su gasto militar y que en 2020…