El 10 de octubre, tras los ataques de Hamás contra el sur de Israel que se cobraron la vida de 1.400 israelíes, más que en los cinco años de la segunda Intifada, dos portaaviones de Estados Unidos –los USS Gerald Ford y el Eisenhower– se dirigieron al Mediterráneo oriental, donde siguen desplegados.
Según el general Michael Kurilla, jefe del Comando Central del Pentágono, ambas naves envían una “señal disuasiva” a cualquier actor hostil que pueda sentirse tentado a aprovechar la crisis, que ha hecho trizas la imagen de invencibilidad y superioridad militar que tenía hasta ahora Israel. En sus peores escenarios, el Shin Bet, el servicio de inteligencia interno, se planteaba ataques a cinco o siete kibutz. El 7-O, Hamás atacó una veintena y un festival de música pese a las múltiples barreras –físicas y electrónicas– que supuestamente blindaban la frontera y que colapsaron ese día.
Ordenado el…