Los nombres de los países suelen estar imbuidos de siglos de historia y cultura. Muchas veces, definen la identidad misma de un país, lo que explica que modificarlos implique casi un cambio de piel, con inevitables –y profundas– repercusiones políticas.
El fenómeno se generalizó durante la descolonización, cuando muchos de los antiguos dominios coloniales europeos lo hicieron, incluso más de una vez. En África, para dejar atrás los recuerdos del Congo belga, en 1965 Joseph Mobutu ordenó a los congoleños cambiar sus nombres y apellidos de origen europeo por otros nativos. Él mismo cambió el suyo por el de Mobutu Sese Seko (poderoso guerrero) y el del país por el de Zaire y el de la capital, Leopoldville, por Kinshasa.
Tras la caída del régimen en 1997, el país, el más grande de África, recuperó el de República Democrática del Congo. Otros ejemplos, por razones similares, son los de la…