El discurso anticorrupción de Lombana apenas hizo mella en muchos panameños, en cuyo ánimo primó la nostalgia por los años de bonanza del gobierno de Martinelli –hoy asilado en la embajada de Nicaragua por problemas con la justicia–, y su propio paso por la cárcel en 2015, por un caso de malversación cuando era ministro del Interior en 2010.
Entre 2000 y 2020, la economía creció a una tasa media del 6,5% gracias, entre otras cosas, a las inversiones multimillonarias que requirió la ampliación del canal interoceánico por el que transita el 6% del comercio marítimo global y se conectan 180 rutas de 170 países a través de 1.920 puertos.
En 2023, según la Autoridad del Canal, éste aportó 2.500 millones de dólares al Estado y 3.630 millones a la economía. La estabilidad macroeconómica y política, que garantizan partidos casi indistinguibles entre sí, permitieron reducir la pobreza (48% en 1991, 13% en 2023) y alcanzar un PIB per cápita de 17.400 dólares en el, según el Banco Mundial, cuarto país con mayor tasa de desigualdad.
Al vincular su imagen a los buenos tiempos, la intención de voto de Mulino siempre estuvo 10 puntos por delante de la de sus rivales. La inhabilitación para ejercer cargos públicos por una condena a 10 años por lavado de activos, obligó a Martinelli, al que el gobierno ha negado el salvoconducto, a cederle la candidatura del partido. En el último índice de Transparencia Internacional, Panamá ocupa el puesto 108 de 180.
Solo dos días antes de las elecciones, el Tribunal Supremo habilitó la candidatura de Mulino, que en plena jornada electoral visitó a Martinelli en la embajada nicaragüense. “Misión cumplida, Ricardo”, dijo en su discurso de victoria.
Algunos analistas del país recuerdan, sin embargo, que en el Palacio de las Garzas, la sede presidencial…