El gobierno presidido por Daniel Ortega anunció el 19 de noviembre la salida de Nicaragua de la Organización de los Estados Americanos (OEA) alegando su injerencia en los asuntos internos del país por haber rechazado su (fraudulenta) tercera reelección consecutiva. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos respondió al régimen dirigido por Ortega y Rosario Murillo, su esposa y vicepresidenta, aconsejándoles no aislarse aún más. En otras palabras, que dejaran de cavar su propia tumba, o más bien la de los nicaragüenses.
La OEA rechazó la legitimidad de las elecciones –donde la participación apenas superó el 20%– por 25 votos a favor, uno en contra, siete abstenciones y una ausencia. La Unión Europea y un número sin precedentes de países de la región –Costa Rica, Panamá, Chile, Colombia, Perú y Ecuador– tampoco reconocieron la reelección de Ortega y Murillo.
Si Nicaragua no participa en…