Funcionarios de la administración de Joe Biden comentan off-the-record a la prensa su temor a que Netanyahu, que reitera que es el único que puede garantizar que nunca se creará un Estado palestino, quiera, como Vladimir Putin en Ucrania, prolongar la guerra –e incluso extenderla– para ayudar a ganar las elecciones a Donald Trump. El expresidente afirmaba tras la votación en el Consejo de Seguridad que los judíos que votaban a candidatos demócratas odiaban “su religión y a Israel”.

Los republicanos quieren convencer a los votantes judíos –2% del total, pero grandes donantes de campañas políticas– que ellos son los únicos que pueden defender su seguridad personal y la de Israel. El 64% aprueba las acciones militares israelíes en Gaza, frente al 18% de los demócratas.

Según Gallup, en 2002 los demócratas se inclinaban a favor de Israel sobre Palestina por 34 puntos. En 2023, los palestinos ganaban por 11 puntos y entre los menores de 35 años por 58. La ruptura se reproduce en la propia comunidad judía, dividida entre acerbos críticos de Netanyahu como el senador Bernie Sanders e incluso antisionistas como Noah Chomsky y el potente lobby del American Israel Public Affairs Committe (AIPAC).

En un artículo en The Tablet, Julie Strauss Levy califica de “antisemita” al presidente Biden por votar en la ONU “a favor de Hamás y contra la civilización occidental”. Pero su confianza en Trump parece excesiva. 

El candidato republicano ha declarado en Israel Hayom–propiedad de la familia de Sheldon Adelson, hasta su muerte en 2021 amigo y benefactor de Netanyahu–, que las imágenes de Gaza perjudican a Israel, al que aconsejó poner fin pronto la guerra. Es decir, unas palabras similares a las de la Casa Blanca y no el tipo de aliento que Netanyahu espera de sus…