El acuerdo de Mercosur, que estaba a punto de ser concluido, pende ahora otra vez de un hilo ante el veto francés. Cientos de agricultores de toda Europa se han reunido en la capital belga, manifestando su inquietud y rechazo ante los acuerdos comerciales y de manera singular ante el inminente acuerdo comercial entre la Unión Europea y Mercosur. Las protestas, algunas de ellas violentas, se han saldado con importantes daños, económicos y simbólicos, como el derribo y quema de una estatua del siglo XIX en la Plaza de Luxemburgo, a las puertas del Parlamento Europeo.
La precariedad que denuncian los agricultores tiene que ver con el abuso de poderosos minoristas y empresas agroquímicas, las condiciones climáticas extremas y el daño causado por las importaciones a precios bajos. El daño se acumula durante los últimos años para un sector que depende de un sistema de subsidios que favorece a las grandes empresas. La guerra en Ucrania ha complicado todavía mas las cosas para el sector, transformando abruptamente los flujos comerciales y provocando un exceso de suministro.
Las principales preocupaciones de los agricultores cambian de un país a otro. En Alemania, por ejemplo, el enfado se nutre de los recortes gubernamentales en los subsidios al diésel. En Francia hay especial preocupación en el sector con los acuerdos de libre comercio y las regulaciones ambientales que afirman que están afectando sus ganancias.
Con este complicado contexto para el sector, el acuerdo de la UE con Mercosur, negociado con muchos altos y bajos durante dos décadas, se encuentra de nuevo paralizado. La firma del acuerdo sería una oportunidad para fortalecer los lazos económicos y comerciales entre ambos bloques, y prometería beneficios mutuos a través de la eliminación de aranceles y la facilitación del intercambio de bienes y servicios. El acuerdo crearía una zona…