El gesto, creen algunos, quizá revele la voluntad de Trump de mirar más hacia el hemisferio en cuestiones de política exterior debido a la importancia que tiene la región para el estado en el que él mismo vive buena parte del año.
Este año, los hispanos de Florida –venezolanos, puertorriqueños, dominicanos…– votó masivamente a los republicanos, con lo que el tercer estado con mayor número de electores después de Nueva York y California ha dejado de ser un “swing state” para pasarse al bloque conservador que impera al sur de la línea Mason-Dixon.
En el gabinete de incondicionales que está conformando Trump, Rubio es un adulto en la habitación, sobre todo tras impulsar con apoyo demócrata una enmienda que impide a un presidente retirarse de la OTAN sin el respaldo de los dos tercios del Senado. Por otro lado, Trump ha dejado claro que esta vez no va a tolerar voces disidentes o discordantes en su administración.
En la noche electoral, Rubio escribió en sus redes sociales que la política exterior ya no se basará en “fantasías idealistas o valores progresistas”, una actitud que pone en alerta al “eje de la tiranía” que integran La Habana, Caracas y Managua. En agosto, en una resolución que patrocinó en el Senado, Rubio acusó a sus gobiernos de ser títeres de Rusia, Irán y China.
En 2018 el nominado como Secretario de Estado diseñó, al lado de Elliot Abrams y John Bolto, las políticas de “máxima presión” contra el régimen de Nicolás Maduro. Con esos antecedentes, todas las señales anticipan vientos tormentosos en el Caribe por el aparente convencimiento de Rubio y los cubano-americanos de Miami que esta vez pueden acabar con una dictadura que creen está al borde del colapso.
La caída del turismo que causó la pandemia produjo pérdidas…