La toma de posesión el 10 de enero para un tercer mandato sin haber aportado una sola prueba que demuestre su supuesta victoria del 28 de julio ha vuelto a demostrar que Maduro es un hueso mucho más duro de roer de lo que Trump había imaginado.
Los líderes opositores, María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, lograron movilizar a los venezolanos para que votaran en masa a la Plataforma Unitaria: un 67%, según las actas analizadas por el Centro Carter. Pero muy pocos de ellos se atrevieron a participar en manifestaciones o protestas populares. La presión interna al régimen, que desde 2013 ha presidido una caída del 80% del PIB, ha sido, por tanto, limitada.
En 2018, la inflación superó el 65.000%. En 2024, debido a la caótica dolarización de facto, la tasa cayó al 60%, tras el 193% de 2023. Gracias a la reactivación del consumo, en 2024 la economía creció 4,5%, una leve mejoría que ha permitido al chavismo retener al 30% de su base social, que en los mejores tiempos de Hugo Chávez llegó al 70%.
Ese sector incondicional es un apoyo insuficiente para gobernar en democracia, pero basta para sostener regímenes como los de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Daniel Ortega y Miguel Díaz-Canel fueron los únicos presidentes de la región que asistieron, al lado del presidente de la Duma rusa, Viacheslav Volodin, y el vicepresidente de la Asamblea Popular china, Wang Dongming.
Machado, tras su supuesta detención y puesta en libertad, asegura que Venezuela ha cambiado “para siempre y para bien”. Puede que sí, pero la cúpula militar, que integran 2.100 generales, sigue siendo el árbitro último del poder. El ministro de Defensa, general Vladimir Padrino, es el tercer pilar de un triunvirato que comparte con Maduro y Diosdado Cabello,…