Son muchas las ocasiones en las que Estados Unidos y el resto de los aliados occidentales han establecido limitaciones en el suministro y en el empleo de las armas que ponen en manos de Ucrania. El miedo a traspasar determinadas “líneas rojas” que provocase una escalada por parte de Rusia y que condujese al uso de armas nucleares ha estado presente en todas las conversaciones desde el inicio de la invasión. Son numerosos también los casos en los que finalmente se han traspasado supuestas líneas, sin que tal escalada se haya producido. Con una mayor implicación de los aliados en el conflicto, la capacidad de disuasión de ambos bandos jugará un papel determinante en el objetivo de evitar el peligro nuclear.
Conviene recordar que Kiev ya cuenta con esos misiles desde octubre del pasado año y ha podido emplearlos contra objetivos rusos en la parte de la Ucrania ocupada y, desde primavera, contra objetivos rusos en pleno territorio de la Federación de Rusia muy cercanos a la frontera. Por supuesto, al poder usarlos ahora hasta su máximo alcance, dificulta los planes de la ofensiva rusa en marcha, dado que Moscú no podrá concentrar tropas y aviones o establecer centros logísticos y de mando en lugares que hasta ahora estaban más allá de la artillería ucraniana. Pero eso no supone un giro drástico en el curso de la guerra. Rusia sigue conservando la iniciativa estratégica, sigue ganado terreno en la parte central del Donbás y sabe que el paso del tiempo le da una ventaja sustancial sobre un enemigo inferior tanto en términos demográficos como industriales y económicos.
Por otra parte, la mayoría de los escasos misiles balísticos ATACMS que Kiev posee corresponden a la versión M39, dotados de una cabeza que porta submuniciones, y solo cuenta con algunos misiles de…