A pesar de su considerable potencial desestabilizador hacia el Mediterráneo, con más de 2.000 kilómetros de costa, y hacia el resto del Magreb e incluso del Sahel (como bien demostró hace una década el estallido de una nueva revuelta tuareg en Malí), el conflicto que sufre Libia continúa ensombrecido tanto de la agenda mediática como de la política internacional. Ni siquiera la noticia de que el actual primer ministro (alternativo), Fathi Bashagha, haya sido cesado el 16 de mayo por la Cámara de Representantes que lo nombró en febrero de 2022, en un intento de reemplazar al teóricamente defenestrado Abdul Hamid Mohammed Dbeibah ante su fracaso de celebrar las previstas elecciones de diciembre de 2021, ha merecido la suficiente atención.
Libia sigue sumido en una tragedia humana violenta para la que no se vislumbra salida a corto plazo. La caída y eliminación de Muamar el Gadafi, que combinando…